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La Misión del padre David

César Omar Leyva
Domingo 02 de Junio de 2013
 

A donde va el padre David van los niños. Si camina por los senderos de la sierra o visita las comunidades pimas, si recorre las calles de Yécora, siempre hay un coro de gritos infantiles a su alrededor.

Y al padre David esto no lo cansa; más bien parece que de esas voces infantiles y de su fe se nutre la energía que desde 1990 ha imprimido a su misión religiosa en lo alto de la sierra sonorense. Allí lo hemos visto trabajar de manera incansable; protegido del frío por su grueso hábito de fraile franciscano, el mismo que viste cuando camina por las ardientes calles de Cd. Obregón en el verano.

Su figura nos es familiar siempre con una sonrisa, la misma que desaparece cuando habla de su preocupación por el desastre ecológico que amenaza a la sierra y a los pueblos indígenas, cuya espiritualidad es determinada por la naturaleza de su entorno.


Peregrino

David Beaumont Pfeifer nació en Nueva York en 1960 y cuando apenas tenía 8 años su familia cambió de residencia a Los Ángeles, California, ciudad donde descubrió su vocación, el sacerdocio.

Muy joven ingresó al Seminario Menor y tres años después ingresó a la orden franciscana capuchina. De allí salió a trabajar al mundo.

Durante los años de estudio su ministerio pastoral lo realizó con campesinos de Guanajuato, Jalisco y Michoacá

Al mismo tiempo trabajó con refugiados salvadoreños y guatemaltecos, donde tuvo su primer contacto con los indígenas maya quiché escondidos en Huehuetenango. En ese tiempo, relata, las condiciones en las que vivían aquellas personas eran todavía más inhumanas que las actuales.

En 1990, ya ordenado sacerdote,  su superior en el seminario le pidió regresar a México para ser parte de una misión en Yécora. A pesar de que ya tenía 10 años trabajando con el pueblo mexicano, sentía un poco de temor pues no conocía las culturas indígenas sonorenses.

“Cuando llegué el sacerdote de Yécora me pidió trabajar con los indígenas pimas.  Como yo había nacido en Nueva York, crecido en Los Ángeles y estudiado en San Francisco, fue un cambio muy grande vivir un ranchito; pronto me dediqué a conocer la cultura, espiritualidad y lengua del pueblo pima, quería escucharlo, saber sus condiciones de vida”, comenta.

En ese tiempo, el pueblo pima atravesaba una situación difícil, las condiciones en las que vivían sus pobladores indicaban que la desaparición de la tribu estaba cerca, tal y como pasó con otras comunidades de las que sólo se recuerdan sus nombres.

“Un año el obispo Vicente García Bernal me pidió ser su representante con todos los pueblos indígenas de la Diócesis, y formalmente comenzamos el equipo de pastoral indígena poco antes del 92. Desde entonces nos hemos dedicado a la lengua, la cultura, la espiritualidad, los santos, la traducción de la Biblia, así como a la conservación de documentos y libros históricos antropológicos”, dice con orgullo.

En 20 años de trabajo con los indígenas sonorenses, el padre David ha logrado ganarse el cariño y reconocimiento de todos los pobladores, especialmente de los niños.

“A los niños los quiero mucho, trato de compartir el amor de Dios Padre con todos; en el caso de los pimas muchos de nuestros niños carecen de papá, por el trabajo que realizan ellos, como tengo ya 23 años ahí muchos de esos niños han crecido conmigo desde que nacieron”.

Agradece a Dios la oportunidad de trabajar en esas comunidades, a las que ayuda a elevar su autoestima y espiritualidad a fin de que sean los mismos pobladores los que luchen por la supervivencia de sus pueblos.

Expresa su satisfacción cuando habla del reconocimiento y admiración a lo sagrado de la historia indígena. Menciona la misa criolla celebrada el año pasado en la catedral de Cd. Obregón, donde la gente de la ciudad pudo ser parte de una fiesta católica al estilo étnico.

“Los obregonenses pudieron experimentar a Dios con las danzas, las ceremonias y los ritos indígenas, y eso para mí es la riqueza de nuestra iglesia católica, su gran variedad de ritos y  actos religiosas”, destaca.


Con pimas y apaches

En su peregrinar por la sierra sonorense, David Beaumont ha tenido la oportunidad de vivir en carne propia las necesidades de los pueblos indígenas agobiados por la pobreza y el olvido de todas las autoridades. Pero también ha tenido grandes satisfacciones como aquella ocasión cuando logró que los apaches se reunieran en una celebración religiosa con los pimas, sus acérrimos rivales.

“Los pimas y los apaches eran grandes enemigos, y se consideraban casi monstruos uno al otro; pero tuve la oportunidad de entrar en diálogo y arreglamos la visita de una delegación apaches junto con un padre franciscano de allá. Fue maravilloso, las misas, la reconciliación, el amor que se expresó fue muy impactante”.

Actualmente realiza una peregrinación junto con otras 50 personas en los pueblos fundados por el padre Pedro Méndez, a quien la historia presenta como el primer evangelizador en pisar tierras sonorenses, en 1614. El visitar esas comunidades ha sido para el padre Franciscano una experiencia de fe, alegría y esperanza.


Amenaza el desastre ambiental

Si algo preocupa y pone triste a David Beaumont es la forma como los intereses económicos ponen en riesgo el futuro de las comunidades indígenas que basan su espiritualidad y misticismo en la naturaleza.

En Yécora van cayendo uno a uno miles de pinos y encinos para hacer carbón; al mismo tiempo se multiplican en la sierra las explotaciones mineras. “Se habla de que Sonora es el número uno en minas pero yo no veo eso siempre muy positivo por la destrucción que implica”.

En la sierra baja las cosas no son mejores:

“Me da tristeza el posible proyecto de la presa Los Pilares a un lado de San Bernardo porque creo que va a favorecer la aparición de minas en los pueblos guarijíos. La destrucción de la naturaleza pone en peligro el futuro de los guarijíos; esas son las cosas que más me preocupan”.


Legado intelectual

En dos décadas de trabajo en Sonora, David Beaumont ha publicado alrededor de 20 libros, algunos de ellos sencillos como cuadernos infantiles para colorear y otros son obras realizadas en colaboración con arqueólogos y antropólogos sonorenses donde se resaltan las riquezas culturales de las etnias.

También ha escrito libros de evangelización como el que recientemente presentó sobre la vida y obra del padre Pedro Méndez y donde relata la forma en que el jesuita dio su vida por los mayos, yaquis y ópatas. Incluye reflexiones sobre la nueva evangelización de la iglesia.

Pero su proyecto literario más grande es la traducción de la biblia a las lengua yaqui, mayo, pima y guarijío. Al día de hoy ya ha traducido los Salmos en las cuatro lenguas y lleva un avance grande del evangelio de San Juan, las cartas de los Corintios y Tesalonicenses en guarijío.

“Yo creo que estudiar en la lengua propia es un reto grande porque no es tan fácil traducir la Sagrada Escritura y nosotros lo estamos traduciendo no de una forma erudita pero lo estamos haciendo a favor de la vida del pueblo. Yo veo como les encanta escuchar y rezar en lengua propia”, platica.


Ama a su pueblo

Al momento de preguntarle sobre los planes que tiene a futuro el padre David suspira profundamente y solo atina a decir que son bastantes, entre ellos cumplir la petición de los gobernadores tradicionales guarijíos quienes le han solicitado construir tres capillas nuevas en Babícora, Mochibampo y Los Bajíos.

Además planea un retiro especial para jóvenes indígenas de las cuatro etnias, algo que ya hizo con los niños en meses pasados teniendo una significativa respuesta. Para enero de 2014 junto con el padre David Ortega y el obispo Felipe Padilla Cardona, se está organizando una celebración en grande con motivo de los 400 años de evangelización.

Cuestionado sobre cómo quiere ser recordado, David Beumont Pfiefer responde de manera humilde y asegura que nunca se ha puesto a pensar en eso, “pero ojalá que si se acuerdan de mí, sea como alguien que vivió los dos grandes mandamientos de Cristo que es escuchar y amar a Dios y escuchar y amar a su pueblo. Si se quieren acordar de mí que sea como alguien que amó a su pueblo”, finaliza.

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