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A temprana hora, aún no son las 8 de la mañana, llama un amigo para decir "¿No sabes lo que pasó en la calle Jesús García, por el rumbo de Prados del Tepeyac?". Y la pregunta no es extraña porque los amigos suponen que uno debe estar enterado al instante de todo lo que pasa en la ciudad. Pero no, yo apenas me voy levantando y a esta hora no sé ni como me llamo.
"Parece que ejecutaron a uno más, hay un cadáver en la calle y un montón de patrullas ", añade y ahora él es el reportero y yo escucho. "Uno más", pienso yo. "¿Cuándo se va a acabar esto?".
Pero apenas cuelga él, llama -ahora sí- un reportero y precisa: "No es asesinato, sino un pobre hombre que murió atropellado por una camioneta negra, modelo tal..." Y después de los datos de rigor, para la nota, nos despedimos con la tranquilidad de no estar hablando de una ejecución más.
En el transcurso de cinco minutos, mientras escribo la nota, todavía recibo cuatro o cinco llamadas de personas conocidas para preguntarme lo mismo, qué pasó en la calle Jesús García, y a cada uno le aclaró que fue un atropellamiento y si quieren saber más que lean la nota en el Infocajeme.
La mañana transcurre normal, buscando noticias aquí y allá, hasta que llega el momento de editarlas, poco después de las tres de la tarde, y a esa hora una nueva llamada del reportero: "¿Tienes con qué anotar?... Un hombre murió electrocutrado en lo alto de un anuncio espectacular..."
De nuevo, la noticia trágica. Y sí, aunque a uno no le guste, es lo más leído, lo que tiene más demanda, eso lo entendemos los periodistas pero no lo entienden algunas personas que de buena fe nos dicen que somos amarillistas, que le damos mucha importancia a lo trágico.
Unos lo dicen de buena fe, pero otros lo critican con la intención de que no se hable mucho de la sociedad violenta en la que vivimos. Porque aleja inversiones, porque da "mala imagen" de nuestra sociedad, dicen, aunque uno sabe que lo de "mala imagen" les duele porque incluye al gobierno.
Lo del hombre electrocutado es un trágico accidente, no involucra crimen organizado ni delincuencia común. Pueden estar tranquilos los promotores de la buena imagen pública.
Pero el desencanto regresa en la tarde. Aúllan las sirenas de las patrullas, el estacionamiento de la plaza Tutuli se lleva de policías y curiosos. Una persona más cayó abatida como consecuencia de la guerra urbana que protagonizan los cárteles de la droga.
Uno más y una familia que se suma a las cientos de familias cajemenses golpeadas por esta guerra que parece no tener fin, por más que nos pidan tranquilidad pues "sólo le pasa a la gente que anda mal", dicen las autoridades de todos los niveles.
El reportero escribe datos, toma fotos, prepara la nota, a su alrededor se siente la tensión, pero no son los nervios del reportero sino el sentir de toda una sociedad que ya está harta de tanta violencia, que quiere vivir en paz.
"Quién iba a decirlo hace apenas diez años, nunca nos hubiéramos imaginado esto... cómo hemos perdido lo mejor que teníamos, la paz de una ciudad como ésta", comenta la vecina y todos asentimos con la cabeza: Tiene usted razón. Porque no sólo es la delincuencia organizada, también están los ladrones, los asaltantes y todos los malandrines que a diario cometen sus fechorías y no salen en los periódicos, no los detienen, siguen tan campantes.
Enseguida brotan los comentarios: A éste le robaron el estereo del carro.... en mi barrio han robado tantas baterías de automóvil... a la tienda la asaltaron un tipo con un picahielo.... Y así, el recuento para que no va a terminar.
Sin embargo la plática se interrumpe: "Te hablan por teléfono... es el reportero... que hay una balacera en la Real del Sol".
Y apenas termina la llamada del reportero, entra la del amigo que habló en la mañana: "¿Oye, qué pasó cerca del Walmart?... Oímos varias ráfagas de cuerno de chivo..."
Es la noche de un día difícil, muy difícil, y por desgracia un día que ya parece de rutina.
