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En la lupa

Guillermo Noriega
Martes 23 de Novimiebre de 2010
 

¿Usted cree que exista alguien que asegure que estará sano por siempre? ¿Qué crea tener la salud comprada?

¿Ha tenido usted algún enfermo en su familia? ¿Conoce de cerca la tragedia de un padre de familia enfermo, sin seguridad social y sin existir otro ingreso económico en el hogar?

Estas desdichas son más cotidianas de lo que imaginamos, nos rodean y no nos detenemos a reflexionar sobre ellas hasta que nos atrapan en nuestra propia familia.

Muchas veces, por un asunto cultural, creemos que es “muy de valientes” aguantar y no pedirle nada a nadie, mucho menos al Gobierno, pero no nos damos cuenta que realmente es de cobardes no pelear por lo que nos pertenece (a nosotros y a nuestras familias). Y con ello me refiero al derecho a la salud, a ser atendidos, a recibir los tratamientos que necesitamos y que nos pertenecen.

Después de todo pagamos impuestos sobre casi todo, también hay quienes además pagamos cuotas en un sistema de salud. Es nuestro dinero, nuestro derecho. Eso es indiscutible.

LA REBELIÓN DE LOS ENFERMOS

En el caso del Isssteson debo confesar que admiro profundamente a un grupo amplio de valientes trabajadores públicos, profesores, bomberos, policías, entre otros, que no fue sino hasta que se organizaron en el Grupo de Discriminados por el Isssteson, que hicieron escuchar su reclamo.

Recordemos que esta institución les niega la entrada (y la reafiliación) a diabéticos, hipertensos o cualquier trabajador que ya tenga alguna enfermedad. Nada más absurdo e insostenible.

Definitivamente podemos decir que, en democracia, quienes no hablan ni se organizan, no son escuchados. Así que ahí está la clave, organizarse.

Esos trabajadores, que son igual de productivos que otros y que además les cobran sus cuotas puntualmente, decidieron declarar una guerra directa contra la discriminación y liberar a la institución de esa triste parte de su historia.

“El Isssteson me está matando”, plasmado en una campaña de activismo publicitario, es un enérgico ¡ya basta! a esa injusticia que anualmente deja desprotegidas a un promedio de 45 familias al año.

Los espectaculares, videos, volantes, carteles, banners, etcétera, muestran de forma fuerte y tajante a varios profesores y una pistola apuntando su cabeza junto a la denuncia de la negación de los servicios de salud por parte del Isssteson.

Una imagen cruda, dura como la discriminación misma, pero que nos abre una gran oportunidad de explicar y entender las verdaderas dimensiones de esto: La discriminación mata y es igual de burda, grosera e impactante que pegarle un balazo a alguien.

El resultado es el mismo, pues.

Insistimos que no hay debate al respecto, que este caso ya está juzgado, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación por unanimidad dijo que, con ese ya famoso artículo seis del Reglamento de Servicios Médicos, el Isssteson viola la Constitución y textualmente le ordena “abstenerse de aplicarlo en lo futuro, en tanto no sea modificado” (Sentencia de Amparo 44/2009) Pág. 83.

Obviamente no han cumplido con esa orden judicial.

DISCRIMINAR A UN ENFERMO, POR ESTAR ENFERMO

Todo porque la institución señala que no hay suficientes recursos para atenderlos, aunque ellos paguen sus cuotas y tengan años haciéndolo.

Sus propios recursos y que no se haya invertido en otorgarle sus servicios se han ido a sostener la calidad del servicio que tanto se presume por encima de otros sistemas como el Seguro Social.

¿Por qué presumir de la calidad de un servicio por una parte y alegar, por la otra, que el servicio médico es deficitario?

Tomar la decisión de dejar de discriminar a 45 promedio al año no significa nada para el Isssteson, sus tres mil millones de pesos de presupuesto y alrededor de 170 mil derechohabientes.

Como sea, ya hemos presentado nuestra propuesta en el programa “Tú propones, tú dispones” y esperamos que los diputados pongan fin a una triste y lamentable época.

Estoy seguro que algún día, al estilo de cómo hoy se hace con el Apartheid y otro tipo de discriminación ya sea por raza o religión, nuestros hijos al entrar al Isssteson comentarán con un tono de sorpresa e incredulidad: “¿Sabías que durante algunos años no dejaban entrar a los enfermos a esta institución?

Con seguridad otros responderán un juvenil “¡naaa!”

¡Hagámoslo posible!

 

Guillermo Noriega Esparza. Internacionalista, UNAM y director de Sonora Ciudadana A.C.

Correo: noriega@sonoraciudadana.org.mx

Twitter: @elmemonoriega

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