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El caos inmoviliza a todos

Francisco González Bolón
Martes 01 de Junio de 2010
 

En el principio todo era bueno.

Y lo bueno era el SUBA.

Para nacer, “papá gobierno” le creó empresas, le compró camiones, le entregó subsidios y hasta le pavimentó las calles.

En el paraíso las tarifas subieron una sola vez, pero los precios de los insumos muchas otras.

Mas aquello no importaba porque el subsidio era suficiente.

A la llegada del gobierno de Guillermo Padrés Elías, las cosas fueron diferentes.

Todo lo rojo se quiso volver azul, se buscó transparentar los recursos entregados y se enfrentaron los intereses de uno y otro bando.

Entonces si, las tarifas se volvieron insuficientes y se echaba de menos al subsidio.

En lo oficial, el modo de hacer las cosas no fue el mejor. Desde la Dirección del Transporte las amenazas no fueron sutiles, más bien directas.

Para el transportista, Ricardo Ornelas Saavedra se volvió ogro y al servicio público lo envolvió el caos.

Ni gobierno ni legisladores, mucho menos transportistas, cedían en sus pretensiones. Unos por cerrar el corral, otros por abrirlo a base de subsidios o tarifas nuevas.

Se “escondió” el dinero público para el servicio, se sumaron amenazas de paralizar camiones y de no prender el aire acondicionado, se encontraron con dirigentes asesinados y se presentaron las asambleas amañadas y cuentas bancarias canceladas.

O bien, las amenazas inducidas, dice Armando Contreras García, dirigente del SUBA en Cajeme, para que las armadoras recojan los camiones por falta de pago.

Hasta que el primer día de junio el caos llegó.

Los transportistas pararon todo. Los usuarios esperaron y esperaron y los camiones nunca llegaron.

Un Manuel Barro Borgaro que sabía del paro pero que nunca pensó que lo ejecutarían, tuvo que hacer valer sus fueros como alcalde de Cajeme para ordenar que todas las patrullas y las unidades de Oomapasc y Servicios Públicos sustituyeran los 200 camiones paralizados.

Muchos vecinos caminaron muchas cuadras. Otros tomaron la bicicleta, la moto, el carro del vecino y, los “billetudos”, taxis.

Fueron los taxistas los ganones. Algunos se solidarizaron y cobraron poco. Otros, las tarifas normales o quizá un poquito más. Pero todo se valía.

Aparecieron incluso aquellos camiones que en su época fueron novedad. Hoy, maltratados pero caminando, volvieron a servir a los 100 mil usuarios diarios del transporte.

Barro Borgaro se encomendaría a “San Guillermo” para que al filo del medio día las cosas se hubieran normalizado y el caos no se repitiera.

Sobre todo para que la gente pudiera llegar a las escuelas, a los hospitales, a los bancos. Para que la actividad económica del municipio no mermara.

Al medio día, el alcalde platicaba con los concesionarios contrarios a Contreras García para ver qué aportarían para darle salida al problema.

Y es que el día en que la anarquía envolvió al transporte, también mostró la falta de operación política.

Y cómo una tarifa, un subsidio y un servicio pueden convertir lo bueno en caos.

Un caos que por la tarde parecía haber quedado atrás... por ahora.

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