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Aprovechan vivos el Día de Muertos

Francisco González Bolón
Lunes 02 de Novimiebre de 2009
 

A pesar de que velaron toda la noche, no saben si en realidad regresaron sus muertos a la tierra, pero bebieron, cantaron, rieron y hasta lloraron por ellos.

Entre aromas a flores, a incienso, a caña, a elotes asados, a churros, a hot dogs y hasta alcohol, el Día de Muertos “revivió” y los únicos que salieron ganando fueron los más vivos.

Como quienes cobraban 15 pesos a la entrada del panteón en Cócorit por unos estacionamientos que, obvio, para las 11 de la mañana ya no existían.

Aquello era un “hervidero” de gente que desfilaba entre una valla de puestos de flores, alimentos, velas y otros artículos propios de la fecha pero con precios altos.

“Nos quieren ver el signo de pesos en la frente”, rezonga doña Concepción Acosta cuando le dicen que la docena de gladiolas le cuesta 55 pesos.

“Si allá, a unos tres puestos me las daban a 45”, respinga y el comerciante cede para tener una venta más en medio de tanto “changarro” que vende lo mismo.

Dentro del camposanto, de los más antiguos de la región, la tristeza por los que ya se fueron es natural, pero también hay algarabía, sobre todo proveniente de los niños asistentes a recordar a sus ancestros.

Muchos meditan en las tumbas luego de limpiarlas. Otros se dedican a pintarlas, a rezar, a comer en medio del polvo.

“Nosotros no velamos, llegamos a las 8:00, pero a lo mejor no lo vemos pero creemos que nuestro padre fallecido nos observa desde algún lugar y ha de estar gustoso de que hayamos venidos todos a visitarlo”, dice doña Elpidia Sombra.

Y no podía faltar eso de que muchos, pero muchos más, fueron a rezongar al panteón porque el agua escaseaba.

Tienen que ir hasta una pileta a la salida del panteón pero que ya está casi vacía y lo único que alcanzaban era lodo revuelto en el escaso líquido.

Algunos niños tienen que hacer “maromas” para alcanzar el fondo de la pila que debió estar llena hacía muchas horas porque para las 11:00 de la mañana ya no tenía casi nada.

En los panteones citadinos la situación no era mejor. Decenas y decenas de automóviles enfilaban desde temprano hacia esos lugares a paso de rueda.

Los agentes de tránsito se acababan el aire soplando el silbato para poner orden en la circulación, pero ni eso era suficiente.

Y el panorama de la vendimia, de los comerciantes vivos que se aprovechan del Día de Muertos, era similar.

Pero ahí entre las tumbas surgió alguien más “vivo”: el pequeño Ricardo Verdugo, que a sus 14 años se dedica a limpiar tumbas.

Con domicilio en la colonia Benito Juárez, afirma que lo recaudado le sirve para ayudar en su casa y comprarse algo de ropa para ir a la escuela.

Por tumba limpiada recibe 40 pesos, enfatiza, pero hay quienes le han dado hasta 80.

Desde temprano acudió este lunes al panteón para poder agarrar más clientela pues sabe que otros menores lo imitan en esa labor, dice.

Es el primer año que él trabaja en esto, sostiene, pero piensa volver porque le sirve para sus gastos.

Y así, entre romerías, aromas y la vendimia que nunca falta, transcurrió en Cajeme el Día de Muertos que mucho le sirve a los más “vivos”.

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