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Vallehistorias: El beisbol no es para todos

Adolfo González Riande
Lunes 03 de Diciembre de 2007
 
El deporte es siempre una actividad esencial para conservar el cuerpo y la mente sanos. Así, dentro de nuestra institución, el béisbol ha sido una actividad preponderante, a la cual se han sumado lo mismo trabajadores de campo, administrativos y algunos investigadores.
Pero hay que decirlo, el “Rey de los Deportes” conlleva una disciplina y una recia característica táctica que no cualquiera puede desarrollar.
Este deporte, cabe resaltarlo, no se les da a todos. Por qué, no lo sé. No es por supuesto, tomar un bate y darle a una bola, el béisbol es algo más que simplemente correr.
Es pericia, habilidad, talento, disciplina táctica, enjundia, que como atributos, digámoslo de una buena vez, a uno que otro se les ha negado. O de otra manera, no nacieron para el béisbol, sencillamente. Pero, eso si, cuando de hablar de este deporte se trata, como dijera un compañero de la oficina:”hablan…¡como si supieran!
Y bien, pero dejemos que las anécdotas ilustren un poco la historia del béisbol en el Ciano.
Cuenta mi compadre Enrique Contreras de la Cruz, investigador del Ciano en el programa de maleza, por bastantes años, hijo predilecto de la Comarca Lagunera, ”que en cierta ocasión, un grupo de trabajadores y técnicos fueron invitados a jugar un partidito, allá por el rumbo de Esperanza, como quien va a la presa. Bueno eso de jugar, jugar, dirían otros, es un mero decir, más bien habría que decir: “para pasarla bien”.
Y como dijera el legendario Buck Canel, “No se vayan que esto se pone bueno”.
El partido se desarrollaba más o menos de manera normal, íbamos perdiendo por unas cuantas carreras,--rememora el buen Enrique-- cuando el Ing. Arturo Villegas Yánez, encargado de la Unidad de Difusión Técnica, insistió en relevar al lanzador en turno, alegando -según la versión de nuestro compañero Contreras de la Cruz- que él (Arturo) iba a relevar, que le dieran la pelota para empezar a hacer sus tiros de calentamiento.
Y así, fue que el espigado larguirucho “hijo predilecto” de Villa de Seris, y anti-guacho por convicción, inició su labor de relevo, labor que no fue todo lo afortunada que se pensaba.
Unos cuantos lanzamientos y ¡pácatelas! jonrón por todo el jardín derecho.
Cuenta Enrique , gesticulando y moviendo las manos, como si tratara de recrearnos la escena , como platicàndonos de bulto las escenas que obviamente muchos no presenciamos, pero que èl con lujo de detalles rememora a la perfección.
Y así, continúa: Otro lanzamiento, y ¡otro jonrón por el mismo lugar!
La anécdota, y algunos de los ahí presentes, insisten en que tras de la imaginaria “franja de advertencia” del campo, había un caballo atado a un árbol, que al decir de los jugadores sólo alcanzaba a moverse cuando el pelotazo le caían cerca.
Los batazos ante el desafortunado relevo de Arturo, seguían en aumento, y el jamelgo esquivando los pelotazos. Y fue en esta lluvia de carreras y batazos cercanos a la noble bestia, que un ocurrente no se aguantó las ganas y gritó:
¡ Ya denle un guante al caballo!

Crónica de un out largamente anunciado
En otro de los episodios beisbolísticos, cabe citar aquella tarde en que, yo personalmente me convertí en el hazmerreír de los verdaderos aficionados al “Rey de los deportes”.
La situación fue la siguiente, después de haber conectado un batazo por el jardín central, llegué tranquilo a la primera. De ahí, alguien me envió a la segunda, y aquí comenzó lo risible.
Recuerdo que estaba jugando con tenis, sobre un campo seco arcilloso, lo cual era ideal para resbalarse. Vino un batazo por la tercera base, y yo muy atento emprendí la carrera hacia la antesala.¿Què pasó?, pues que en mis ansias de salir como una bala de cañón, al desprenderme de la segunda almohadilla, mis tenis ,cuyas suelas estaban más gastadas que un maestro auxiliar del Itson a fin de quincena, empezaron a derrapar y yo a tratar de mantener el equilibrio.
Nunca me caí, ¡pero tampoco podía avanzar!, parecía que estaba suspendido en una nube de polvo a escasos centímetros de la almohadilla.
Cuando por fin pude recobrar el equilibrio, avancé hasta la tercera base, donde Alfredo Angulo, con la pelota en el guante, y como tres metros antes de mi llegada, me esperaba para ponerme fuera, pero ¡a carcajada limpia!
Los que veían el partido, entre ellos Pedro Félix, insistían en repetir, que la imagen desde lejos, se apreciaba como una gigantesca nube de polvo con un licenciado pataleando sin cesar. Otros curiosos insisten en que la escena, parecía un Pedro Picapiedra ¡pataleando su troncomóvil!
No, si les digo ¡el béisbol no se hizo para todos!
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