Sereno, aceptó Sadam su destino

Sólo por un instante mantuvo la cabeza baja, pero enseguida la levantó. Caminó sin resistencia, con las manos atadas en la espalda y rodeado de un puñado de hombres con máscaras negras. Se negó a que le cubrieran la cabeza y la cara con una capucha, pero se mantuvo en silencio cuando uno de ellos le colocó un pañuelo negro alrededor del cuello y lo sostuvo por detrás de la nuca. Tampoco habló cuando dos de sus verdugos le pasaron por la cabeza una soga gruesa y pesada y se la ajustaron al cuello. En sus últimos segundos de vida, Saddam Hussein se mostró altivo y desafiante como durante los 24 años en que gobernó Irak con mano de hierro. Vestido con un traje negro que apenas dejaba ver el cuello de la camisa blanca, sin el uniforme de prisionero que algunos acaso esperaban, el derrocado dictador, de 69 años, condenado por su responsabilidad en la muerte de 148 shiítas en la aldea iraquí de Dujail en 1982 tras un intento de asesinato contra él, terminó su vida casi como un mártir. Lo había anunciado él mismo el martes, cuando la corte de apelaciones iraquí rechazó el último recurso presentado por sus abogados defensores. Las voces que se alzaron en rechazo a esta sentencia a muerte, tras un juicio plagado de irregularidades, según denunciaron gobiernos de todo el mundo y organizaciones de derechos humanos, no lograron impedir la ejecución del líder derrocado por las tropas encabezadas por EE.UU. que invadieron Irak en marzo de 2003. El video de poco más de 20 segundos difundido por la TV iraquí y reproducido en todo el mundo a través de Internet no mostró el momento preciso en que Saddam fue ahorcado, en una habitación oscura y de paredes grises. Pero ese instante final fue relatado por algunos funcionarios iraquíes que presenciaron la escena, poco antes del amanecer (la medianoche argentina), en el comienzo de la importante celebración musulmana del Sacrificio (Aid al Adha). "Subió con calma al patíbulo, resuelto y valiente", señaló el consejero de Seguridad Nacional, Muafaq al Rubai, testigo de la ejecución. No dio "ninguna señal de arrepentimiento. Alababa a los mujahidín (combatientes islámicos). Insultaba a los persas (iraníes) y a Occidente", agregó.