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No lancemos las campanas al vuelo. Ganar la Copa de Oro no es una hazaña ni mucho menos. No significa que la selección mexicana ya está en un alto nivel competitivo para enfrentar a las mejores selecciones del mundo.
Falta mucho para eso. La Copa de Oro es un torneo mediocre, a veces con buenas sorpresas como la de Panamá en esta edición, pero no pasa de un nivel de segunda en los campeonatos por países.
Claro, es mucho mejor ganar como ocurrió este domingo que perder, cualquiera que sea el nivel de un torneo.
Pero lo más importante de esta experiencia es la demostración que ha dado Jimmy Lozano como director técnico del tricolor.
El caso es muy sencillo: No se necesita gastar sumas millonarias para traer técnicos extranjeros que no le aumentan un plus al seleccionado nacional, salvo el dudoso orgullo de ser manejado por figurines del futbol mundial que cobran como si fueran magos que harán del Tri un campeón o subcampeón mundial y al final sólo consiguen defraudar más a los aficionados mexicanos.
Con su triunfo en la Copa de Oro, Jimmy Lozano tiene el respaldo de los jugadores y del público mexicano que gritan: Jimmy se queda.
Falta saber qué opinan los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, los que apuestan por técnicos internacionales para vender más alto los juegos de exhibición.
