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Con Ana Gabriela Guevara sucede lo mismo que ocurre con Lily Téllez. Son dos mujeres famosas a las que el presidente AMLO les dio oportunidad de destacar en la política y así incrementar la popularidad de los tres, ellas y él.
Sin embargo con su actuación pública las dos sonorenses han hecho más daño que aportes a la figura presidencial.
El caso de la senadora Téllez es muy conocido. Sobre su traición no tiene caso abundar.
Ahora es Ana Gabriela el epicentro de un escándalo que afecta de manera inevitable al presidente.
La polémica está en todos los medios y no sólo por los apoyos de más o de menos que reclaman las nadadoras que ganaron medallas de oro en Egipto, donde compitieron, dicen, sin ningún apoyo de la Comisión Nacional del Deporte y para hacerlo debieron vender trajes de baño y otros artículos deportivos.
La atleta sonorense responde con un argumento que podría ser muy válido en otras circunstancias: Dinero se les ha dado "hasta 40 millones de pesos", dice.
Pero como en el caso de Téllez, a Ana Gabriela le gana el instinto y responde con una frase que hoy es el foco de atención de las noticias en todos los medios: "Por mí que vendan calzones, Avon, Tupperware..."
Nadie debería espantarse por una frase común, menos cuando todos decimos cosas peores a diario.
Pero en este caso viene de la más alta funcionaria en la política pública del régimen para el deporte.
Ella es y seguirá siendo así, bronca. No es la primera vez que sus declaraciones son generadas por esa forma de ser antes que por el razonamiento.
En conclusión, no está preparada para ocupar un cargo como el que se le ha asignado y el responsable es el Presidente por su debilidad ante la gente famosa.
En descargo de Ana Gabriela Guevara debe reconocerse que muchos políticos mexicanos perfumados y engrillados en todos los partidos hacen a diario declaraciones más tontas y nadie las toma a mal porque son hombres.
