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No es un Messi en potencia ni un Kun Agüero o un Paulo DyBala. Vamos, ni siquiera es un goleador por encima del promedio de los mexicanos.
Pero como si fuera la promesa de un gran ariete para la selección mexicana así fue recibido el argentino Rogelio Funes Mori en la tricolor.
Y su primer gol con la camiseta del Tri frente a Nigeria lo catapulta en los medios como la promesa ya hecha realidad.
De nuevo la afición mexicana recibe gato por liebre, una extranjero que de última hora se naturaliza mexicano para tener la oportunidad de jugar en la Copa del Mundo, oportunidad que no le darían en su propio país.
Así es la historia reciente del futbol nacional, la incorporación de "naturalizados" como si fueran indispensables y que en realidad no aportan nada sobresaliente. Funes Mori es uno más.
Nombres como los del brasileño Zinha y los argentinos Guille Franco, Matías Vuoso, Gabriel Caballero, "Chaco" Jiménez, entre otros, fueron incorporados al Tri más como relleno que como jugadores imprescindibles dejando fuera a futbolistas mexicanos que seguirán siendo nacionales hasta el último día, mientras los extranjeros una vez que terminan su carrera suelen regresar a sus países de origen.
No, no es xenofobia futbolera, no le busquen por allí. Es simplemente un rechazo a la mediocridad de un deporte tan promovido, con tanta afición, y cuyos directivos recurren a lo fácil antes que promover a los jugadores de su propio país.
¿Y todo para qué? Para soñar con un quinto partido en la Copa del Mundo como si ese partido fuera la gloria deportiva eterna.
