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Imagínese que usted tiene un restaurante de comida tradicional, clásica en la región. De repente el gobierno le obsequia unas nuevas instalaciones para incentivar la convivencia de la comunidad, le pone todo de lujo, se convierte en el lugar de moda.
Usted sigue teniendo los mismos costos de operación, electricidad, salarios, pero como sus nuevas instalaciones regaladas ofrecen una nueva experiencia, decide duplicar, triplicar o cuadriplicar sus precios, no importando que su clientela cambie, o castigue con el destierro a sus fieles comensales, o se desvirtué el sentido de la inversión social.
Bueno, pues complicado hacer una analogía pero es lo que está sucediendo con el nuevo estadio de beisbol de Ciudad Obregón. La directiva ha publicado sólo la lista de precios para los abonados, con aumentos significativos en relación a la campaña anterior, simplemente las localidades más baratas sufrieron un incremento superior al 300%.
Los boletos para toda la temporada oscilan entre los 12 mil 200 pesos en las localidades más costosas y los 2 mil 440 – 2 mil 80 en las tribunas laterales, mismas que en 2015 tenían un precio de democráticos 700 pesitos.
Pareciera que los cientos de millones de pesos que costará el inmueble y cuya cifra final extrañamente no se ha dado a conocer (hay que recordar que hace 3 años el estadio Sonora costó alrededor de 800 millones) los ha pagado una directiva que en un episodio más de opacidad se negó a revelar recientemente el monto por el cual compró a conocida compañía cervecera la franquicia pelotera.
En nuestra columna del pasado 9 de noviembre titulada “Las nuevas contradicciones del nuevo estadio de Yaquis” habíamos advertido que en Obregón podría ocurrir los mismo que en Hermosillo, que los precios no sólo de las localidades, sino de todo lo que se consume al interior de un estadio aumentara exponencialmente, vaciando los bolsillos de la gente y llenado las alforjas de los empresarios.
En Hermosillo, la Serie del Caribe diluyó la protesta, en Culiacán se quejaron ante Profeco, pero la dependencia argumentó que había fuerte inversión privada en la construcción del estadio, en Ciudad Obregón ni aficionados ni autoridades parecen inquietarse.
Recordemos que a finales del año pasado, en medio de la fuerte crisis de liquidez por el que atravesó el entonces nuevo gobierno estatal, la gobernadora Claudia Pavlovich anunció la recuperación de 420 millones para la inversión en obra pública 2015; de ese monto, más del 40%, 183.5 millones, se destinarían para terminar la casa de Yaquis, el otro 60% se los distribuirían todas las demás importantes obras sociales que estaban detenidas.
El tiempo desafortunadamente nos está dando la razón, los empresarios de la pelota en Obregón han visto toda una ventana para la explotación de sus aficionados el regalo del nuevo gobierno. Mientras existía todo un cúmulo de necesidades en la entidad, se decidió priorizar los compromisos con los influyentes hombres de negocios del espectáculo beisbolero y ahora los empresarios, con el plato servido, le clavan el diente a la ciudadanía que les construyó su nuevo “centro de negocios”.
De nueva cuenta se repite un círculo poco virtuoso, dinero público, negocios privados, batazos para el pueblo. Sería aconsejable que las autoridades intervengan para que en el caso de Obregón no sólo nos vengan con el cuento que atraerá turismo, que ahora sí será el más moderno de Latinoamérica, que los pondrá en el mapa, sino que en verdad sea un espacio para el disfrute de todos, para restaurar el tan agrietado tejido social de la ciudad y no sólo como ejemplo para los jóvenes, de lo fácil que es hacerse rico apadrinado por el poder, que para esas historias, vaya que hay muchas.
Tomado de:
http://www.mediazoom.news/desde-los-bleachers-34
