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El gen del sprint... o el error de subestimar a una leyenda

Cristina Sánchez / El Economista
Lunes 24 de Agosto de 2015
 

En la naturaleza, el animal más veloz del mundo es el guepardo. Se dice que este felino recorre los 100 metros en 5.95 segundos y que alcanza una velocidad de 114 kilómetros por hora en menos de 10 segundos, los que marcan la vida o la muerte, el hambre o la saciedad, la sangre o el viento.

En el mundo no hay hombre más veloz que uno llamado Usain Bolt, un jamaicano que ayer, en ese lugar que lo convirtió en leyenda, volvió a coronarse como el ser humano más rápido de la tierra. Con sus 9.79 segundos en el nido de Pájaro de Beijing, sació su hambre de oro al lado de ocho guepardos que fueron incapaces de alcanzarle.

Y el jamaicano se volvió más y más leyenda luego de sumar su noveno oro mundial, la onceava medalla de su carrera en una justa del orbe, dejando en la historia al mítico Carl Lewis, quien hasta ayer parecía haber conseguido una inalcanzable cifra de ocho metales dorados.

Demostró Usain que estaba preparado para correr con el mundo a sus hombros, con la pesada carga de probar que el atletismo aún puede conseguirlo todo sin necesidad del dopaje, en medio del escándalo que abraza a la IAAF por las recientes acusaciones en las que el organismo se ha visto envuelto.

Bolt es ya un mito de la velocidad a pesar de que su constitución física no es la ideal para un velocista, al ser más alto y fibroso (1.96 metros de estatura y 86 kilogramos de peso) de lo que dictan los estándares de sus pruebas. Por si fuera poco, resulta que tiene una pierna ligeramente más corta que la otra, lo que le provoca constantes lesiones de espalda.

Además, a diferencia de otras grandes estrellas del deporte, no lleva una disciplina de entrenamientos estricta; lo que no quiere decir que entrene poco, pero sí lo suficiente para mejorar día a día. Es conocida también su afición a las fiestas y a saltarse la dieta en ciertas ocasiones. Y aunque ha sido tentado a entrenarse en las súper modernas pistas estadounidenses, se ha negado a los dólares del tío Sam y sigue entrenando en Jamaica.

Una y otra vez, hay quienes le han acusado de que sus resultados no se deben sólo a su constitución física, a sus capacidades y mucho menos a su entrenamiento.

Pero lo cierto es que su velocidad y sus logros han despertado el interés de los científicos por estudiar a este devorador de récords, al relámpago jamaicano. El fenómeno de los sprinters jamaicanos (corredores de 100 y 200 metros) es el ejemplo de que la naturaleza y la crianza actúan juntos.

Sin embargo, de acuerdo con algunos estudios, hay factores genéticos que contribuyen a que los jamaiquinos sean los mejores corredores de corta distancia en el mundo. Ellos comparten características físicas óptimas para desarrollar esta actividad, como largas extremidades y caderas estrechas. Casi todos ellos tendrían la variante del gen ACTN3, que se ha denominado el gen del sprint, o gen de la velocidad.

Dicho gen fue descubierto en el 2003 por unos científicos australianos, quienes descubrieron que el ACTN3 tenía ciertas variantes que podían dar a los músculos de deportistas de élite una ventaja de rendimiento. El estudio, publicado en el American Journal of Human Genetics, reveló que el ACTN3 podía dar a los velocistas un impulso porque daba energía extra a las fibras musculares de contracción rápida.

Acaso por ello, cuando el disparo de salida retumbó en todo el Nido de Pájaro, Bolt empleó 159 milésimas en abandonar al resto de sus rivales; incluso fue más rápido que Gatlin, que lo hizo en 165 milésimas de segundo. Del mismo modo, los científicos aseguran que el gen del sprint es más común en jamaicanos y otras personas con ascendencia de África Occidental que en aquellos con antepasados europeos.

Sin embargo, refieren que aunque el genotipo podría ser más frecuente entre, por ejemplo, los velocistas exitosos, que en la mayoría de la población, también es probable que exista una amplia variación entre los perfiles genéticos de aquéllos que están en la cima del deporte.

Pero Gatlin quería retar a las conclusiones científicas y de paso saldar una deuda en una competencia importante al vencer a Bolt, quien llegaba al Mundial en medio de dudas, pues hasta antes de ayer el jamaicano había tenido como su mejor marca 9.87 en los 100 metros.

Por eso, el estadounidense, quien tenía los 9.74 segundos como mejor tiempo este 2015 en la distancia, acudió a Beijing para echar tierra sobre las sospechas de dopaje y dejar atrás para siempre la sanción de cuatro años, que entre el 2006 y el 2010 le dejó fuera de la competición.

Desde su regreso había pasado 59 controles antidopaje, en el último año nueve de ellos, saliendo en todos ellos limpio. Campeón olímpico en Atenas 2004, Gatlin era el atleta más veloz del 2015 y parecía ratificarlo en su semifinal, marcando 9.77 segundos, manejándose en las mejores marcas de su carrera.

Era su momento y la seguridad de Gatlin contrastaba con la incomodidad de Bolt, que a punto estuvo de quedar fuera de la final al hacer un mal apoyo en la salida en semifinales. La marca de 9.96, casi 20 centésimas más que el registro de Gatlin, alimentaban las dudas de los que precipitadamente anticipaban el final de la era Bolt, quien en el último año se había visto mermado por las lesiones.

En el jamaicano recaía también el peso de darle credibilidad a su deporte, pues es uno de los atletas más controlados del mundo (a lo largo de su carrera ha pasado por 96 controles antidopaje, unos 12 al año).

Los incondicionales se aferraban a la tremenda progresión del jamaicano en carrera y su demostración para entrar en la final. Por ello seguían confiando en la raza del jamaicano, en ese cuerpo achocolatado, en esos casi dos metros de altura que le hacen tan único.

Y no falló. Sí lo hizo Justin Gatlin, a quien, según el mítico Michael Johnson, la presión siempre le puede en el momento clave: “Gatlin piensa ahora que sí puede ganar, pero la realidad es que aún tiene que creérselo cuando se vea delante de Bolt”.

Ahora, la mirada estará puesta en lo que Usain y Gatlin puedan conseguir en los Juegos Olímpicos de Río 2016, no sólo porque el mundo espera que, como en otras competencias, se pueda conseguir romper de nueva cuenta el récord mundial y olímpico, sino porque también el mundo está a la espera de ver si alguien es capaz de vencer al hombre más veloz de todos los tiempos.

No obstante, hay estudios que demuestran que cuando el estadounidense James Hines bajó de los 10 segundos por primera vez, los atletas solo empleaban 75% de su potencial físico y aerodinámico; en la actualidad, Bolt y todos los que corren junto a él se acercan a 99 por ciento.

Y ayer, ese hombre que juguetea con las cámaras, que luce relajado y sonriente previo a cada carrera, que parecía despreocupado por conseguir una medalla y lo hizo, aquél que no llegaba en su mejor momento atlético a Beijing, volvió a darle la razón al mundo: nunca es bueno subestimar a una leyenda.

cristina.sanchez@eleconomista.mx

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