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Trampas en el deporte

Carlos Barrón / Excélsior
Domingo 25 de Enero de 2015
 

CD. DE MÉXICO.-Cuando los descubren, todo va más allá de la multa económica que se les impone. Para los deportistas que quedan marcados en la historia por cometer algún ilícito la vida no es la misma.

Nada más recordar el caso de Lance Armstrong o los siete Tours de Francia que ganó con el uso de sustancias prohibidas. Su rendición ante la justicia marcó un hito en el deporte.

Debería sufrir por todas las mentiras que dijo, es una vergüenza tener a un deportista como Armstrong”, dijo el tenista serbio Novak Djokovic.

A unos cuantos días del Super Bowl han aparecido balones desinflados en la NFL para convertirlos en un factor a favor de los Patriotas de Nueva Inglaterra.

No es nuevo. Todo aquel deporte que conlleva el uso de una pelota tiene serios laberintos que los deportistas, como un autoelogio de la trampa, han cometido.

Ensalivar la bola, arrancarle trozos de piel o descoserla, embadurnarla de tierra o rasparla son algunas de las tretas comunes en el beisbol.

El escritor Juan Villoro dijo alguna vez que en el deporte, “la trampa es una excitación . Un deportista no debería plantearse siquiera la intención de cometer una trampa, pero lo que se reconoce como picardía le hace poner en riesgo su carrera”.

A veces, ganar prestigio, fama y dinero antepone cualquier interés. El deportista muchas veces queda como el último eslabón de una treta que urden directivos y entrenadores.

The Guardian, el periódico británico, calificó la falsedad del equipo español de baloncesto sobre sillas de ruedas que ganaron el oro en Sidney 2000 como la burla y el desprecio a las reglas más grande de la historia. Ganaron todos sus partidos por paliza, pero con 10 o 12 jugadores sin  ser discapacitados.

Según confesiones, los deportistas utilizan la trampa por la necesidad de alcanzar algo antes que otros deportistas.

El futbol tiene cientos de historias. Desde los bidones de agua con medicamentos que dieron los argentinos a los brasileños en Italia 1990, hasta el corte de ceja que se autoinflingió el portero de Chile Roberto Rojas para suspender un juego en Brasil.

En México, el técnico Ignacio Trelles mandaba echar más balones al campo cuando su equipo era atacado u ordenaba al aguador entrar a refrescar a los jugadores para detener un partido. Defensas como Octavio Becerril ocupaban alfileres.

Los dueños del Zacatepec mandaban regar el césped dos horas antes del juego para levantar una gran humedad y sacar ventaja, y Carlos Ahumada, cuando era dueño del León, mandaba a pintar los vestidores del rival cada semana para marearlos con el olor, además de instalar micrófonos.

Pero el caso más vergonzoso del futbol mexicano fue el de los cachirules, cuando directivos mandaron a un Mundial juvenil a jugadores que rebasaban el límite de edad alterando sus actas.

En el beisbol, Sammy Sosa,  que mantuvo un pulso de jonrones con Mark McGwire en 1998, fue sorprendido cuando en sus bats utilizaba un corcho para golpear con más fuerza la pelota.

En la NBA el coach Jason Kidd de los Nets de Brooklyn ordenó a su jugador Tyshawn Tylor que lo chocara para que se derramara el líquido que tenía en las manos y con ello ensuciar la duela para detener un partido. Kidd fue multado con 50 mil dólares. 

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