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Redacción
Domingo 18 de Enero de 2015
 

Cuando se es campeón todo parece perfecto.

Pero cuando no llegas ni a la final, sobran los críticos y los errores para discutir.

Así ve la afición ahora a los Yaquis. Atrás quedó el tricampeonato, no se puede vivir de glorias pasadas y ahora hay que exigir resultados.

Y los Yaquis tuvieron buenos resultados en la primera vuelta, donde fueron líderes. Pero desde el inicio de la segunda todo se vino a pique.

El equipo fue formado con bajo perfil. El Ché Reyes hizo un milagro colocándolo en el liderato de la primera vuelta, porque desde entonces se veían los puntos débiles que con el paso de las series se convirtieron en huecos inmensos, huecos en el bullpen, con relevos nada contunduentes, huecos en el orden al bat, plagado este de jugadores que rondaban cerca de la "línea Mendoza", un poco arriba o abajo de los .200.

Hueco inmenso en la inconsistencia del plantel, un día estaban unos, al otro día ya no estaban y el equipo consolidaba su bajo perfil.

Como se consolidó la sospecha sobre una acción deliberada de los nuevos propietarios del equipo, quienes no están acostumbrados a usar la chequera como lo hace el poderoso Grupo Modelo.

Además, para qué invertir tanto si lo bueno vendrá la próxima temporada cuando se tenga un estadio nuevo y sea necesario armar un equipo más fuerte para atraer a los aficionados, que serán más renuentes cuando suban los precios de los boletos.

Así terminó el roll regular, entre desencantos y especulaciones.

Luego vino la postemporada, a donde el equipo llegó de panzazo, y los refuerzos, Chávez y Sánchez, en vez de fortalecer debilitaron más al equipo.

Falló el pitcheo de relevo, sólo hubo un abridor consistente, Jesús Arturo, y el bateo fue poco menos que un desastre.

Así termina la temporada para los Yaquis y entre tanto lamento hay que destacar lo que valió la pena y estuvo a la altura de las expectativas de la afición, como el pundonor de Wimberly y el poder del Chapis Valencia, el pitcheo de López y la consistencia de Said y Contreras, cuyos errores finales no deben demeritar lo que hicieron toda la temporada.

Pero los refuerzos... ah, esos refuerzos, mejor ni hablar de ellos.

En fin, no todas las temporadas se puede ser campeón pero en cada una que empieza se renueva la esperanza.

Y dentro de nueve meses se renovará la esperanza de los aficionados yaquis.

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