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¡Qué trabajo para que otros escritores te reconozcan como escritor!

Carlos MONCADA OCHOA
Viernes 11 de Enero de 2019
 

Lo dulce y lo amargo de ser escritor (4)

El quinto tomo de la Historia General de Sonora (1985) informa sobre las novelas, los libros de cuentos, poesía, crónica y ensayo que habían publicado los sonorenses. En 1984 iba yo en mi séptimo libro publicado pero no aparezco en esa obra. Había ganado el prestigiado concurso de cuento de Puebla y el trabajo triunfador es el primero del cuentario “Éste es mi mundo” (1979) y “El Quijote de la Revolución” había obtenido premio nacional (1982), pero fui ignorado. Ignoro hasta hoy la razón, e ignoro también si hubo una razón

He contado en artículo anterior que el tiraje de mis primeros libros, editados en México, fue de 3 mil ejemplares, y en el caso de “¡Cayeron! 67 gobernadores derrocados”, de 5 mil. Al restablecer mi domicilio en Sonora tuve que ajustarme a los mil ejemplares que el público más o menos aguanta aquí. Y en tiempos de Juan Antonio Ruibal como director del Instituto Sonorense de Cultura era peor: mil o más ejemplares se tiraban si la obra era de historia; a los literatos nos tuvo castigados: sólo se imprimían 500 ejemplares. 

En el tiempo de Poly Coronel gané el concurso de crónica en 2011, el de novela en 2012 con “Venus de manos rojas”, y otra vez el de novela en 2014 con “Lecciones de sexología”. Esta novela no alcanzó Poly a publicarla, lo hizo la actual administración del Instituto y sólo hicieron 500 ejemplares; por añadidura, no corrigieron las erratas que les mandé en una lista. Me dijeron que no la habían recibido, aunque en mi computadora aparecían en “enviados”. No se los tomo a mal. Yo criticaba, como periodista, diversas acciones de la institución. Y cuando uno pelea no se asista si el rival pica los ojos o pega patadas en la espinilla, así son los pleitos.

En 2015 publiqué “Asalto a Sonora” en el que doy santo y seña de los peculados y latrocinios de Padrés y socios. Me apresuré a que saliera antes de que terminara su sexenio para que no me reprocharan que lo había denunciado cuando no estaba ya en el poder. El libro se presentó con enorme éxito en el auditorio del Centro de las Artes. Montones de priistas hicieron cola para comprar la obra. Les convenía el contenido ante la proximidad de las elecciones.

Y en 2017 todo fue al revés con el libro “¿Y Padrés,, qué?” Fue también en el Centro de las Artes y el auditorio no se ocupó ni a la mitad. Invité por escrito al rector Enrique Velázquez Contreras ni mandó representante. Su jefe de prensa, Luis Felipe Medina, que entiendo es periodista, no se asomó al evento de su colega periodista. No hubo ni agua para los asistentes; mi hijo hizo el milagro de traer bocadillos y vinos mientras se desarrollaba el evento. Tampoco se hizo presente ni uno solo de los políticos que dos años antes chillaban de gusto con el “Asalto a Sonora”.

¿Se debería a que este nuevo libro, desairado, se    ocupaba también del intento de colar un político del sistema en la Rectoría? ¿O a que denunciaba el simulacro de justicia  del Maloro en el caso de “Hermosillo Flash”, lo que a mi juicio exige poner a Eduardo Gómez Torres en la lista de periodistas asesinados? Quién sabe. Por fortuna mis amigos del Valle del Yaqui, de mi tierra, no me fallan nunca. El resultado de la presentación fue allá excelente, me salvaron.

Mañana publicaré el último artículo de esta serie, con lo cual cumpliré con la primera celebración de mi aniversario número 50 de escritor. Luego les contaré en qué consistirá la segunda.

 

carlosomoncada@gmail.c

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