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La verdadera Juana Gallo

Raúl Osorio
Sábado 05 de Novimiebre de 2016
 

Ángela Ramos Aguilar (Juana Gallo): Ignacio Flores Muro en su libro La Verdadera Juana Gallo hace mención de una mujer con facciones agradable, morena clara, ojos oscuros, mirada brava, retadora; frente despejada, nariz recta, labios gruesos, cabellera negra y abundante, desde niña se caracterizó por ser hombruna, dicharachera, alegre y comunicativa.

Ángela fue hija de Ángel Susana Ramos y de Rebeca Cesárea Aguilar, quienes se casaron en el año de 1875 y procrearon cinco hijos: dos varones y tres mujeres.

Nació el 1º de octubre de 1876 en un barrio minero, muy cerca del templo de “Nuestro Padre Jesús”.

El apelativo de Juana Gallo se debió al Cura José Eugenio Narváez, quien le enseño a leer en el “Silabario de San Miguel”, Ángela cursaba la primaria, cuando sobresalió por su carácter bravucón:

El señor Cura Narváez necesitaba corregirla a cada momento diciéndole: ¡Sosiégate Ángela! ¡Estate Ángela! ¡Quieta Ángela!….hasta que un día la muchacha descalabró a un chico, dándole un pizarrazo en la cabeza. Entonces el Señor Cura, ya cansado y enfadado le grito: “Aplácate Juana Gallo” (Juana, por lo común del nombre; y Gallo por brava).

Flores Muro señala que este es el origen del mote de Juana Gallo y no el que aparece en la película, de Juana por Juana de Arco, y Gallo por peleonera.

Durante su juventud, Juana causó problemas a sus padres, pues le gustaba la bebida y la parranda: dicen que se comportaba como un macho y no como una mujer.

A los trece años, huyó de la casa paterna y se fue a vivir a Torreón, Coahuila. Cuentan que fue raptada por un capitán de la Acordada de Zacatecas y que el rapto fue por mutuo consentimiento; lo cierto es que Juana vivió un mes con el capitán Carrillo, tuvieron un niño varón, quien murió a los pocos días de haber nacido y a los 19 años de edad, Ángela regresó con sus padres.¡Dicen que nunca se casó, y que no tuvo más hijos!

Al paso de los años, se entregó al alcohol, se quedaba tirada en las calles y los gendarmes la recogían en camilla para llevarla a la prisión de hombres o a su domicilio.

Por lo general, fue una mujer pacífica; solo se irritaba durante los conflictos religiosos, se armaba de piedras y palos para combatir a los enemigos de la iglesia, de sus templos y ministros.

Se la recuerda como una mujer hombruna, con su canasta de tacos, un palo que utilizaba de bastón y un perro faldero que siempre la acompañaba.

Flores Muro advierte que fue durante el villismo, el carrancismo y la cristiada, cuando Juana manifestó sus convicciones religiosas. Ella no tuvo nada que ver con la Revolución, no formó parte de las fuerzas de Villa.

Su participación se limitó a bromear con jefes y oficiales villistas; a quienes encontraba en las cantinas y cuarteles, donde solía vender sus tacos, y ellos le invitaban los tragos para divertirse con sus habladurías, pues al calor de las copas daba rienda suelta a su ingenio y a su lengua.

De ahí surgió el rumor que había sido miembro activo de la Revolución, pues su fama como revolucionaria -señala el historiador Roberto Dávila, surgió por la convivencia con los jefes villistas: “Zacatecas nunca fue villista; tuvo su propia división del centro que por suerte, al quedar la Convención en manos del general Eulogio Rodríguez, le confió el mando de las fuerzas a Francisco Villa. La División Zacatecana del Centro fue convencionista y como su jefe era Villa tuvieron que aceptarlo como tal, es por ésta razón que se tilda de villistas a los zacatecanos.”

Los testimonios de quienes conocieron a Juana Gallo son unánimes en afirmar que fue una mujer de convicciones religiosas y respetuosa en sumo grado de los sacerdotes, a quienes siempre les pedía su bendición. Y añaden: “No era beata, simplemente le decían la persignada porque entraba a los templos y solo se persignaba, no se detenía a rezar”.

En Zacatecas la identifican como cristera y no como revolucionaria, pues cuando estuvieron cerrados los templos, reunió a un grupo de mujeres para pedir a las autoridades que los abrieran. Defendió a la Iglesia y enfrentó con valentía a los perseguidores de la religión.

Quienes la conocieron coinciden en señalar que nunca desarrolló actividades revolucionarias ni dentro ni fuera de Zacatecas: “No fue coronela; ni siquiera soldadera”

Si Juana hubiese participado en el asalto a Zacatecas, y de pilón como coronela, seguramente Villa la habría mencionado en sus “Memorias”, y don Martín Luis Guzmán que las publicó, habría tenido buen cuidado de no omitir su nombre. Pero al narrar Villa el asedio a Zacatecas para nada menciona a Juana Gallo.

Terminó sus días en la mendicidad, falleció el 21 de octubre de 1958, a los 82 años de edad. Fue sepultada en el panteón de Herrera, en Zacatecas. El gobierno se hizo cargo de su funeral: le compraron ataúd y publicaron esquelas para informar de su muerte.

 

 

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