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Por lo general guardo los programas de mano de las óperas y conciertos a que asisto, por eso les cuento que el 1º de marzo de 1993 le escuché a Plácido Domingo un recital en la America West Arena, de Phoenix. Estaba el tipo en la cumbre de sus facultades. Cantó arias de Verdi (3), Donizetti (2) Cilea, Catalani,Meyerbeer, Charpentier, Mascagni, Mozart, Puccini, Soutullo, Gershwin y Sorozábal.
En el concierto de Hermosillo cantó un aria de Giordano Plácido, una de Ponchielli Arturo Chacón, una de Leoncavallo Ana María Martínez y una a dúo Plácido y Arturo. El ejército de nacos aguantó a pie firme la ópera pues vio zarzuelas en buena parte del programa. Se serenaron y después la alegría los inflamó al escuchar “Amor eterno”, “Aquellos ojos verdes”, con Plácido papá y Plácido hijo, mediocre y punto, “Si nos dejan”, “Estrellita”, Frenesí”, “Juan Charrasqueado”, “El rey” (con mariachis).y otras por el estilo que prepararon los ánimos para el placer máximo: ¡SONORA QUERIDA! ¡La locura!
(Estoy convencido de que los artistas que nos visitan cantan el corrido porque nos creen nacos. ¡Y lo prueban!)
Para el extraño caso de que a alguien le interese por qué no fui al concierto, daré las razones:
1. Me gusta escuchar hermosas voces sin ayuda del micrófono.
2. No disfruto cuando tengo que abrirme paso entre la chusma a empujones.
3. Presentí que la circulación de autos sería terrible y acerté: necesitaron los asistentes entre hora y media y dos horas para llegar, y el mismo tiempo para salir del nudo al estacionamiento.
4. En lugares abiertos por lo general hay problemas de sonido; también ahora.
5. En un teatro normal uno puede escapar cuando le entran a “Sonora querida”; en el estadio, no, porque la sigues oyendo mientras encuentras la salida.
6. Me asaltó el temor de soltarme a llorar cuando le oyera a Domingo:”Cajeme tan rico donde hasta el más chico tiene su tostón… Frijol y garbanzo…”, mejor no le sigo.
