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La noche de Tlatelolco: El pecado de Elena Poniatowska

Camila Ayala Espinosa
Martes 04 de Octubre de 2016
 

El mundo de las letras, en el que se desenvuelven instituciones, editoriales y universidades, nos han enseñado que el plagio, el robar expresiones de ideas y plasmarlas como propias, el adjudicarse frases y escritos, es un acto que conlleva un castigo muy severo, la ruina ante la sociedad, el olvido intelectual así como la pérdida de remuneración económica.

Numerosos son los casos de aquellos desventurados que se han atrevido a realizarlo, y un ejemplo paradigmático es el del ganador del premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2012; el reconocido escritor peruano Alfredo Bryce Echenique.

La escritora mexica Elena Poniatowska, representante de las grandes esferas de la cultura, alguna vez fue acusada de robo, de plagio. La leyenda urbana indica que la princesa polaca se aprovechó deliberadamente del escritor Luis Gonzáles de Alba.

El 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco, el escritor y periodista, González de Alba, fue aprendido y encarcelado en el conocido popularmente como Palacio Negro de Lecumberri. Su crimen fue “su participación en el Consejo Nacional de Huelga”. En ese lugar escribió sus memorias que pasó a su amiga Poniatowska quien lo visitaba. Esos esbozos y escritos servirían para su obra Los días y los años, publicada en 1971.

La mentira de la escritora no radicó en la común creencia de que se apoderó de esa obra. Luis González de Alba le autorizó utilizar su material, pero la atrocidad que cometió Poniatowska fue la alteración de los testimonios y la tergiversación de la historia en su libro La noche de Tlatelolco, publicado unos meses después de Los días y los años. Se le hizo creer fraudulentamente al lector un espejismo. Ella exageró la matanza de los estudiantes y minimizó el sufrimiento de los vecinos de la Unidad Habitacional Tlatelolco.

En el cosmos del periodista lo que se promueve es la veracidad al relato, toda alteración a lo que emitió la fuente cae en falacia. El desapego a lo ocurrido es un discurso falso. El pecado de Poniatowska es que desde el principio su libro se plantea como una crónica, como parte de un hecho real, y no como una obra ficticia. He ahí el problema. Elena Poniatowska falló en desempeñarse como periodista.

Aunque se probó la mala actuación de la escritora, no hubo un impacto por su comportamiento gracias al gremio académico. El fraude, el error no pesa en quienes tienen el estatus de vacas sagradas. Ser dueños de los espacios de cultura los vuelve intocables. Los medios callaron esa situación.

El escritor Luis González de Alba publicó el artículo “Para limpiar la memoria” en la revista Nexos, donde de manera muy precisa corrige lo inventado por la mujer que redactó la obra en la que se basaría la película Rojo amanecer (Jorge Fons, 1989) Eso causó que Carmen Lira, la directora de La Jornada, por presión de Carlos Monsiváis, ordenara la salida de González de Alba de las páginas de ese periódico.

Sólo hasta el año 2013, González de Alba, autor de Otros días, otros años y No hubo barco para mí, aclararía en su columna en el diario Milenio el pleito legal que ganó contra Poniatowska.

A finales de la década de 1990 se corrigió el contenido de La noche Tlatelolco. Su reedición no fue una mera coincidencia sino el producto de un fallo legal y representa, por supuesto, la prueba del pecado de Poniatowska.

Tomado de:

palabradigital.com.mx

 

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