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Un Monstruo de Tantos

Andrés González Prieto
Miércoles 21 de Mayo de 2014
 

Ante la sombría laberíntica del Museo Sonora en la Revolución, aparece la figura jovial, siempre positiva del creador de “Un monstruo de tantos” Abdul Machi, libro editado y patrocinado por el esfuerzo cultural de una organización llamada Apalba, bajo la batuta incansable de una gran señora llamada Irma Arana.

Una mesa en el fondo del jardín, con dos sillas y un ventanal del fin del mundo como escenografía, un mantel azul, dos botellas de agua, dos sillas. Doña Irma comienza los agradecimientos desde dios hasta los innombrables, calla su voz y el escritor toma, y sujeta la palabra para decir lo hay que decir a pesar de la ausencia  y presencia de la silla vacía.

Con la sonrisa de siempre, el escritor relata las peripecias mentales en el cómo y cuándo de la gestación literaria. Lee sus escritos con la fe de un niño con juguete nuevo y descubre una nueva tónica  desconocida para él sobre la vida de cada uno de sus personajes.

Las ideas que difunde su verbo provoca en los escuchas diferentes rictus conforme se consumen las palabras. El relato busca acomodo en las experiencias del escucha y el aplauso tardío despierta a muchos de su letargo imaginario.

Ahí está Abdul, el escritor, contando la parte que conoce de las mil y una noche, ésta es su noche y no necesita estrellas, su libro es él bebe literario recién nacido y él   su creador, padre y desde hoy en adelante su amigo, juntos enfrentarán, ausencias, desaires, aplausos, críticas.

Comienza la plática: “Transeúntes” la galana mente de un escritor en la inmensidad de un segundo, “La Caja de Cartón “me envolvió en el mágico mundo del principito, desde una perspectiva muy cercana  donde la imaginación descansa esperando respuestas. Lo mejor y el más largo: “El Hambre”  donde la interlocución cobra facturas que una amistad no puede pagar.

Los relatos, cuentos o magia literaria de Abdul Machi tienen la peculiaridad de ser disfraces con amplitud de tallas  con las cuales no se batalla para apropiarlos.

Las palabras agotaron sus cauces, siguieron las participaciones del público, felicitaciones, comentarios, respuestas y  final el autor cobró merecidamente su tarifa en aplausos, coronada por un diploma que motiva el humilde esfuerzo creativo de Abdul Machi en manos de  Rosario Oroz.
 
Sus libros se agotaron. Se buscaban autógrafos, fotos del recuerdo, los que somos sus amigos  felices del triunfo de nuestro narrador local preferido.

¿Y qué creen? El presentador Lic. José Luis Islas Pacheco no se dignó a ocupar el lugar en la silla vacía, reservada para él,  a pesar de estar presente  (alguien dijo) allá en el fondo. Triste realidad de un promotor de la cultura, en su propio gallinero ¿ O museo?. La opinión de alguien del público, es que son usuales en él esas actitudes elitistas, reservar su  sonrisa solo para eventos importantes y al parecer este no lo fue.

Alguien dijo molesto en el evento, y dijo bien “hay veces que las ausencias se agradecen”.

Es Cuanto.

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