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La simpatía de Susana Zabaleta puso el clásico broche de oro a la presente edición del Festival Tetabiakte.
Ante un numeroso público atento lo mismo a las canciones que a los chistes de la Zabaleta, se hizo la clausura oficial del evento cultural más importante que tenemos en Cajeme y es hora ya de hacer un balance de lo bueno, lo malo y lo feo que se vio en esta edición, esperando que esto ayude a depurar la calidad del evento.
Lo bueno
De nueva cuenta se hizo una inversión económica importante para armar el Festival; esto no es cualquier cosa y habla de la importancia que la administración municipal, a diferencia de otras anteriores, le asigna al área de cultura.
Destaca asimismo el reconocimiento a los fundadores del Festival. Gracias a ellos, a su perseverancia, surgió este Festival. Y decirlo así parece fácil, pero no lo es cuando se enfrenta -como ellos lo hicieron- a la indiferencia, al regateo de los administradores públicos y a la falta de experiencia que debieron pagar en su momento. Entre los fundadores destacan dos impulsores iniciales y decisivos: Mara Romero y Juan Manz, dicho esto sin restar méritos a los demás.
En los contenidos, sobresale por supuesto el programa de los conciertos de gala, o como quiera llamárseles. Fue mejor que los de años pasados, por las razones que menciona Andrés González en su columna. Podemos dar las gracias por no traernos de nuevo a los mismos intérpretes de siempre, incluido Oscar Chávez y su niña de Guatemala ahogada en Macondo.
Lo mismo vale para la Orquesta Filarmónica de Sonora que superó, ¡por fin!, la reiterada ejecución de El Huapango de Moncayo, el Danzón 2 de Márquez y otras bellas piezas que a fuerza de repetirlas parecen hits juangabrieleros. Adelanto: Ojalá y en los próximos recitales les adviertan a tenores, sopranos, barítonos... que no limiten sus programas a las canciones napolitanas y las arias de siempre.
Bueno fue también el comportamiento del público. Pese a los prietitos del arroz con sus celulares y el cacareo inoportuno en pleno concierto, la gran mayoría de la gente fue respetuosa y evidenció su enorme interés por eventos culturales de buena calidad.
Sin duda hay otros aciertos, como el entusiasmo de los grupos juveniles que colaboran con el comité organizador, pero en una primera y apresurada evaluación nos quedamos con los aciertos aquí anotados.
Lo malo
Realizar un evento de la magnitud que se busca alcanzar para el Tetabiake trae consigo errores y contratiempos inevitables, en especial cuando no se cuenta con un director artístico profesional, como parece ser el caso.
De los millones de pesos adjudicados al Festival, es indispensable invertir una parte en los honorarios de un director artístico experimentado que sepa darle al evento el toque cultural y estético necesario para elevar el nivel de calidad. Desconocemos si ya cuenta con uno, pero si así es, pues resulta evidente su ineficiencia porque el Tetabiakte aún conserva un carácter pueblerino adornado con "lo mejor de lo mejor".
Quizá la clave radica en lo disperso y extenso del programa general donde se acomoda todo tipo de evento que bien o mal se acomode al concepto "cultura".
Así tenemos una duración injustificada de un mes de ruido con la promoción del Festival, y en ese mes se insertan todos los eventos que forman parte de las actividades normales del año realizadas por diversas instituciones o grupos civiles. A todas se les ubica como "parte del Festival Tetabiakte" sin razón alguna, sólo para presumir mucha oferta. El invento ese del "Tetabukito" -neologismo cursiétnico- es un caso ilustrativo.
También lo es la presentación de un sinfín de grupos juveniles para los cuales se erigen escenarios inmerecidos pues la mayoría son bandas de aprendices con escaso talento. Pensar que se está impulsando el desarrollo cultural de la juventud sólo por darle espacio a los intérpretes del hip hop o el rock actual, como se llame lo que intepretan, eso es una apreciación errónea y demagógica.
Tal vez una salida para las deficiencias del Festival sería darle un contenido temático. Y en vez de invertir grandes recursos en publicidad y minieventos excesivos, se podría concentrar esa inversión en el diseño de un programa de mayor nivel, con más espacios para expresiones de alta cultura (digámoslo así, sin miedo), pues eso es lo que necesitamos en Cajeme. Sí, lo popular es válido, tiene peso en nuestra identidad, pero de eso ya estamos hasta el gorro.
Necesitamos acercarnos más a la alta cultura no por afán snobista o presuntuoso, sí como un goce espiritual al que todos tenemos derecho no una semana de noviembre sino durante todo el año.
Lo feo
La grandilocuencia publicitaria del Festival refleja carencia de sensibilidad cultural y el exceso de vulgaridad mercadotécnica, como sucedió con la exhibición de anuncios comerciales durante la participación de la Filarmónica de Sonora.
En esta edición fue lamentable también el trato a los llamados "teloneros", descrito en la columna de Andrés González.
Y entre lo feo estuvo asimismo la reiteración del uso del Festival para la promoción personal de funcionarios y politicos de diverso nivel.
Contaminar eventos artísticos con la reiterada mención de los señores que nos acompañan, el secretario, el diputado, el director, una y otra vez nombrados, en cada evento, en cada noche, a cada rato, agradeciéndoles su presencia, demuestra cuánto nos falta para hacer de la cultura un espacio verdaderamente recreativo y enriquecedor de la vida social cajemense.
Cuando se desvincule al Festival Tetabiakte de la egolatría de los funcionarios y de la promoción política, cuando se supriman los rollos lisonjeros, se habrá avanzado algo para tener el gran evento cultural que todos deseamos.
Y una manera de empezar en estos días a la hora de hacer el balance oficial, sería evitar las exageraciones del año pasado cuando se afirmó sin ningún pudor que este es el festival más importante de Sonora y que atrajo a más de cien mil personas.
Eso no es cierto, pero ojalá sí lo sea en los próximos años.
