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Horacio Franco y la Cappella Barroca de México ofrecieron en la noche de miércoles del Festival Alfonso Ortiz Tirado, un concierto íntegro de madrigales de Salamone Rossi (c.1570 – c.1630) en el Palacio Municipal de Álamos. Noche en la que Franco demostró que además de ser el gran flautista es también un dotado director.
El madrigal es una composición vocal secular sobre textos poéticos que es generalmente polifónica y cantada a capela. Surgió en Italia y alcanzó su auge a mediados del siglo XVI. Rossi es considerado uno de los grandes madrigalistas italianos junto a Claudio Monteverdi y Orlando di Lasso. También se le reconoce como el primer gran compositor judío en hacer música en estilo occidental.
En el programa interpretaron composiciones de gran calidad artística de dos libros (nos. 1 y 2) que fueron publicados en 1600. Los textos son de Gian Battista Guarini, Angelo Grillo y Giambattista Marino, pero en su mayoría anónimos. Acertadamente al público se le brindó un programa con la letra de los madrigales en su original italiano y con la traducción al español. Son bellas e ingeniosas, por ejemplo este anónimo del libro 1, “Si te miro, en ti me muero”:
Si te miro, en ti me muero,
Si me miras, ¡tú te ríes!
Yo muero en mi ardor,
¡Tú te ríes de mi morir!
Te da la risa alegría
La muerte me da pereza
Mientras anhelo estar mirando y osando morir,
Para no turbar de la bella dama su risa.
“¡Imagínense que los cantantes populares de nuestra época como Luis Miguel o Britney Spears cantaran estas letras o poemas de Octavio Paz!”, dijo Franco al público. Y aunque chusco, el comentario resulta ilustrativo de cuán ajeno como sociedad nos puede resultar este arte en estos tiempos en que reina la mediocridad.
Y así, en lo que fue otro acierto, Franco tuvo una serie de intervenciones en las que realizó comentarios tanto de índole histórico como técnico y musical que resultaron ilustrativos y enriquecedores para el público. Mencionó que en esta música no se procura la melodía bonita de antemano, ni algún otro elemento musical por sí mismo, sino que aquí la música deriva de las palabras, de la prosodia, del significado. Y en este sentido, la interpretación de los madrigales fue acorde esta noche pues con una dicción y acentuación siempre clara resultaron límpidas líneas vocales que, en perfecta afinación y con matices bien logrados en los giros dramáticos, se tejían formando un sólido complejo sonoro.
El Palacio Municipal no es precisamente el espacio idóneo para cantar madrigales, es muy grande para ello. Esta música se compuso pensando en espacios pequeños, para cantarse en la intimidad y disfrutar en la cercanía de la letra y el ensamble. “Usar el espacio adecuado para el que fue compuesta la música la enaltece”, puntualizó Franco quien habló de la particular dificultad que se les presenta a los intérpretes al tener que presentar música en espacios para la que no fue concebida. En esta ocasión utilizaron micrófonos, algo que de entrada no es recomendable ya que se pierde calidad sonora y detalle de ensamble, pero que esta vez fue necesario.
La entrada fue muy buena aunque una pena que no se haya llenado a reventar dada la estupenda calidad musical de la que fuimos testigos, y además, con este repertorio tan especial, de esta forma musical que rara vez se escucha y se expone de esta manera. Pero el público presente reconoció esta calidad si bien no con la más estruendosa ovación, sí con el aplauso más duradero en lo que va del Festival.
La Capella estuvo integrada esta noche por Paulina Esqueda, soprano; Nadia Ortega, soprano; Nurani Huet, mezzosoprano; Javier Coronado, contratenor; Orlando Pineda, tenor; Felipe Gallegos, tenor; Vladimir Rueda, barítono, y Daniel Cervantes, bajo.
