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Los fariseos yaquis

Guadalupe Duarte Espinoza
Martes 23 de Marzo de 2010
 

Los recuerdo desde la infancia. ¡Seres tan extraños recorriendo la región! La gente al verlos exclamaba: “Hay vienen los fariseos”. Así los llamaban. Unos les huían por temor y otros acudían prontos a verlos.

Pero los fariseos, ¿qué significado tienen, qué son?

Viene a la memoria un escrito del Nuevo Testamento, el cual, con la fuerza de un rayo, poderoso un Gran Ser traduce esa entrañable enseñanza para la humanidad.

Se trata de “El Fariseo y el Publicano”.

-“Dos hombres subieron al templo a orar: Uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como éste publicano; ayuno dos veces por semana y doy diezmo de todo lo que gano. Mas el publicano estando lejos no quería alzar los ojos al cielo, y decía: “Dios, sé propicio a mi, yo pecador”. Entonces Jesús El Cristo, le contestó: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.---

Cuánta profundidad contiene esta parábola, nos recuerda lo especial que nos creemos y la falsa humildad que tenemos, nos hace reflexionar.

El Yaqui dentro de la tribu es humilde, vive en la pobreza, pasa por inclemencias, no tiene nada, sin embargo dentro de él hay mucho de dar y lo hace. No da lo que le sobra. Todo lo da. Lo entrega todo.

¿Por qué la tribu yaqui eligió representar a este personaje en forma simbólica durante Semana Santa?

En contraste, es él, quien se viste de Fariseo. Asume ese papel a modo de manda.

Fabrica con sus propias manos una mascara que utiliza. Tras ella hay un sacrificio y anda por los pueblos durante 40 días.

No habla ni una palabra, mientras la usa. En su boca lleva un Rosario que le recuerda no caer en la tentación. Lleva una espada de madera en una mano,  mientras con su diestra en forma de cuchillo, va tocando madera con madera, haciendo ruidos extraños, como extraña es su presencia.

Esos ruidos son constantes y los hacen más fuertes según sea el caso. Su finalidad es llamar la atención y lo logran cuando están en una ceremonia de oración, por ejemplo en la noche de El Conti cuando se está orando.

Pero hay momentos en donde las cantoras (mujeres yaquis), agudizan su canto de tristeza que embarga y le da al ambiente una mística profunda que rodea el templo. Pero entonces los fariseos o chapayecas (también llamados así), mas intensifican sus movimientos para hacer intenso ruido, la idea es distraer a los asistentes para que no oren.

Su papel es distraer a la conciencia, y los primeros en caer son los niños, claro! porque los niños representan la inocencia “incauta” presa de una disfrazada maldad.

Ver eso en un templo llama a reflexionar. De cómo también en los adultos siempre tenemos un fariseo dentro de nosotros. Que no nos permite tener la concentración puesta en la oración.

Y los Yaquis contienen esos elementos simbólicos llenos de profundidad.

La gente los ve y dice: “Ahí vienen los fariseos”. Creen que su manda es danzar para pedir limosna. Sin embargo su finalidad no es pedir dinero. Al contrario, los fariseos yaquis se despojan de lo que traen externa e internamente.

Por ejemplo en el Sábado de Gloria fuimos testigos de la reacción de un fariseo al recibir un billete de 20 pesos y se los entregó a una niña pobre sin conocerla. Nadie lo vio excepto los foráneos que asistimos desde lejos en ese día tan concurrido de público que va a la ceremonia.

También es importante aclarar que los Fariseos de las 8 tribus yaquis no van a la ciudad a cumplir su manda. Les está prohibido. Fariseos vestidos con mascaras de piel de venado no son yaquis si no de tribus que vienen de Sinaloa. Los yaquis no salen de sus pueblos y siempre van acompañados de un “cabo” que es como su padrino quien los cuida de no caer en tentaciones. No danzan en esos días. Mueven la cintura haciendo sonar las pezuñas de animal colgantes como cinturón.

Siempre que el hombre yaqui va a ponerse la máscara debe estar acostado en el suelo  y desde ahí colocarla en su cabeza, simulando que está muerto y ahora vive en el personaje de la máscara. Representa que ya no es él, sino un Fariseo.

Los fariseos llevan una responsabilidad, asumen un papel fundamental, para esas fechas el peor papel: ser fariseo.

Por eso su máscara simula lo grotesco, lo burdo, el ego.

Los Yaquis durante toda la cuaresma se ponen la máscara de la mentira que es lo contrario a la verdad. “Chapayeca” en lengua yaqui significa “nariz larga”. En ella va toda la carga, lo denso, lo absurdo, lo mezquino, lo miserable, el autoengaño de la soberbia. El fariseo representa un payaso, se mofa de sí mismo.

Mientras en nuestra sociedad, en contraste, no nos quitamos nuestra máscara, ni en cuaresma, nunca, y menos la lanzamos al fuego cada año.  Al contrario, tenemos varias máscaras y las vamos perfeccionando. Les damos un uso diario en el trabajo, a nivel social, en la religión, en la política, para cada ocasión hay un rostro… “Los que sonríen con solo media risa” como canta Silvio Rodríguez  en una de sus composiciones de “los presos de su propia cabeza acomodada”.

Los yaquis lo saben. Por eso fabrican máscaras y van recorriendo pueblos. Andan por todos los lugares de la región, llevando un conocimiento a cuestas y van recogiendo  una a una las miradas de la gente, como espejos: Son el reflejo de nosotros mismos que llevamos dentro.

Llena de consternación me doy cuenta que detrás de cada máscara hay un yaqui orando a cada momento “Señor, se propicio a mí, yo pecador”. Cumpliendo la manda van, por ellos y también por increíble que parezca, sin importar nuestra ignorancia, van por nosotros.

Ellos se dan, dan todo lo que poseen. Eso intangible, secreto, y al darlo, los hace más ligeros. La humildad de lo simple que los eleva, con los pies bien puestos sobre la tierra como el polvo está bien puesto en sus sandalias gastadas.

Van pregonando sin hablar. Su pregón es sin palabras y queda, no se lo lleva viento. En sus actos va el pregón, el sacrificio, lo entienda o no lo entienda la gente. Claro, ¿cómo vamos a entenderlo? si el sacrificio es un acto desterrado en nuestra vida, lo que nos rige es la comodidad y la autocomplacencia.

Ellos se entregan en su promesa a Dios, mientras que nosotros en verdad somos los fariseos. Fariseos como sociedad y como individuos solo que nunca destruimos nuestras mascaras.

Los Yaquis en un solo día, el Sábado de Gloria, reúnen todas las máscaras en cada uno de los 8 tribus y les prenden fuego.

Ahí, junto a sus espadas de madera, arde también el Judas Iscariote, símbolo profundo oculto, que ellos conocen y respetan. Porque la traición también cumple un papel, el mas oscuro, representado en forma de cruz de palmas que en llamas se consumen hasta incinerarlo todo.

Entonces se redime ante la creación, y su espíritu, cual ave fénix, se convierte en el viento mismo, que besa el Bacatete.

Y con la traición hecha cenizas, los Yaquis fortalecen la lealtad. Ese valor impregnado en su sangre que resucita. Que vive en ellos aún más. Ese día  es de Gloria en el cual respiran Libertad…

 

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