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Apuntes sobre las sinfonías de Beethoven

Javier Martínez Rosas / x-remo@hotmail.com
Domingo 31 de Enero de 2010
 

La aparición de la forma sonata es el aporte más importante del periodo clásico en la historia de la música occidental. Dicha forma se convierte en un sistema de organización musical basado en el contraste y desarrollo de temas. El género musical orquestal que utiliza la forma sonata es la sinfonía la cual, según el modelo clásico, se conforma de cuatro partes o movimientos donde al menos el primero de ellos tiene la referida forma. A Joseph Haydn se le conoce como “El padre de la sinfonía” pues la desarrolló y consolidó como la máxima manifestación musical de la época, componiendo ciento cuatro de ellas. Mozart, alumno de Haydn, compondría apegado a la doctrina del maestro con un inusitado genio creando cuarenta y una de ellas. Beethoven, también por breve tiempo alumno de Haydn, alumno rebelde, compuso solo nueve de ellas pero las amplió y llevó a otro nivel de complejidad y expresividad que cambiarían y definirían el rumbo de la música de occidente.


Sinfonía no.1 en Do mayor, op.21

Una tarde del primer abril del siglo XIX en el Teatro Imperial de Viena, Beethoven aparece como director de la orquesta e indica el comienzo de su primera sinfonía: Suena un acorde disonante (para los cánones de entonces). Entre el público conocedor se dan expresiones de asombro, para muchos fue de mal gusto, para otros “un nuevo amanecer”. Fue la primera sinfonía en comenzar con una “disonancia” pero además, no empezaba en el tono indicado, sino con un artificioso pasaje que va engañando y a la vez conduciendo hasta que aparece al fin Do mayor. El tercer movimiento es un minueto que era una danza elegante ternaria, pero Beethoven le da un carácter más jocoso, lo que derivaría en que en sus siguientes sinfonías los quitara y utilizara scherzos, que son también danzas ternarias pero que se sienten de un solo pulso.   

En comparación con otras de sus sinfonías, aparece como la más simple, sin embargo es una obra madura y admirada por músicos como Schumann. Al escuchar esta sinfonía es difícil para nosotros apreciar la audacia de esos detalles que no logran marcar gran diferencia con lo que venían haciendo Haydn o Mozart, pero en la época no pasaron desapercibidos. “Una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo” escribió un crítico musical de la época respecto a la obra.


Sinfonía no.2 en Re mayor, op.36

Dos años después de la primera sinfonía realiza la segunda; en este lapso, la audición de Beethoven comienza a verse afectada. Muy alarmado, visita a tanto médico puede, uno de ellos le sugiere irse de la bulliciosa Viena y así lo hizo, pasó seis meses en Heiligenstadt donde compuso la segunda sinfonía. De acuerdo a las creencias del público general sobre los artistas, se esperaría encontrar la terrible angustia de Beethoven en ésta obra, pero no es así. La visión romántica del gran músico que plasma su biografía en lo que está componiendo es un error ha afectado históricamente las interpretaciones en muchas de sus obras.

“En esta sinfonía todo es noble, enérgico y orgulloso. La introducción es una obra maestra. La canción es de una solemnidad conmovedora… El ritmo es ya más audaz, la instrumentación más rica, más sonora, más variada… El segundo movimiento es total y serenamente feliz, el scherzo es francamente alegre en su caprichosidad fantástica… El movimiento final es de naturaleza similar, de un carácter juguetón, más picante”. Escribió Héctor Berlioz al describir esta sinfonía.

Beethoven dirigió su estreno el 5 de abril de 1803 en el Teatro de Viena, en general fue bien recibida, aunque no faltaron algunas críticas. Se trata de una sinfonía realmente bella, de una gran solidez entre sus partes, una obra maestra con una fuerte influencia de las últimas sinfonías de Mozart; su innovación principal es que aparece por primera vez un scherzo en vez de estándar minueto. Los musicólogos la catalogan entre las últimas obras de su primera etapa.


Sinfonía no.3 en Mi bemol mayor, op.55, Heroica

Compuesta durante el verano de 1803 originalmente titulada Bonaparte, estaba destinada como un homenaje a Napoleón Bonaparte, admirado por Beethoven por considerarlo un libertador de Europa al encabezar la Revolución Francesa cuyos ideales democráticos y republicanos convencía. Austria había sido invadida por Napoleón un par de años atrás, así que la idea de Beethoven era bastante provocadora. Pero cuando Napoleón traiciona los ideales de la Revolución al autoproclamarse monarca, borra la dedicatoria y la titula Heroica, para entonces, la sinfonía ya estaba terminada. Termina dedicándosela al príncipe Joseph Franz von Lobkowitz, melómano y violinista en cuyo palacio había una sala de concierto en donde finalmente se estrenaría la sinfonía.

Se trata de una obra completamente innovadora, alejada del modelo clásico vienés de la sinfonía de Haydn y Mozart.  El hecho de que Beethoven haya tenido en mente la figura de Napoleón no significa que se trate de una obra basada en ideas extramusicales, es una de las grandes obras maestras de la historia de la música, sin necesitar ir más allá del discurso musical para reconocerla como tal. Pero las curiosidades siempre llaman la atención, y es curioso que el segundo movimiento sea una marcha fúnebre ¿Qué tiene que hacer una marcha fúnebre en una obra supuestamente realizada en homenaje a Napoleón? No lo sabemos, pero cabe especular que se trata del mismísimo entierro del estilo clásico de la música, como muchos desde entonces lo han sugerido. La lista de detalles innovadores de esta sinfonía es muy grande, para empezar, su extensión y compleja elaboración de los materiales es mucho mayor de lo que se venía haciendo, el uso de tantas tonalidades y variantes rítmicas, y el mismo concepto global de crear una obra altamente expresiva valiéndose de los elementos anteriores es su gran fuerza. La música ya no fue la misma después de que se escuchó, fue la semilla del romanticismo musical que no tardaría en desarrollarse.

 

Sinfonía no.4 en Si bemol mayor, op.60

Después de la monumental y revolucionaria tercera, realiza una sinfonía mucho más serena y alegre. Amante de la segunda de Beethoven, el conde de la Alta Silesia Franz von Oppersdorff le encarga a Ludwig que componga otra sinfonía pagándole por anticipado y dándole hospedaje en su palacio. Beethoven comienza a trabajar en ella en el verano de 1806 y la termina en otoño de ese mismo año, pero se estrenaría junto con otras dos de sus grandiosas composiciones: la obertura Corolian y el Concierto para piano no. 4 (donde él mismo fue el solista) hasta marzo de 1807 en el palacio del príncipe von Lobkowitz.

Realiza una sinfonía de carácter semejante a la segunda, vuelve a ser más apegada al modelo clásico, pero no faltan los detalles innovadores siendo el más notable la extensísima  introducción de carácter misterioso que está llena de elementos que se desarrollarán a lo largo de toda la obra, luego se acaba el misterio precipitándose a un tempo y carácter alegre que sorprende. El segundo movimiento es de un consumado lirismo lleno de sutiles detalles de inflexión y cambios armónicos del más fino dramatismo. El tratamiento orquestal es magistral a lo largo de la obra que termina brillantemente en un movimiento en el que se evidencia una fuerte influencia de lo mejor de Haydn y Mozart para concluir sus más brillantes sinfonías.     

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