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Meade, la ruptura previsible

Sergio Anaya
Sábado 17 de Febrero de 2018
 

Ante el fracaso rotundo de su precampaña presidencial, el PRI, José Antonio Meade, Enrique Peña Nieto y sus asesores podrían recurrir a una estrategia de lucha libre: Fingir un enfrentamiento encarnizado del candidato contra el sistema al que pertenece, incluidas las críticas veladas o abierta hacia el Presidente y su partido. 

No hay al parecer otra alternativa para posicionar a Meade e inyectarle combustible a su maquinaria electoral. Así funcionó con Luis Donaldo Colosio cuando pronunció aquel 6 de marzo de 1994 el célebre discurso donde marcó distancia con el sistema cuya perversidad le impedía avanzar en la carrera presidencial.

A partir de esa ruptura la campaña del candidato Colosio, que inició titubeante, empezó a ganar fuerza, ya sin la sombra acechante de Salinas y dejando atrás las intrigas de Manuel Camacho Solís quien se soñaba candidato suplente. Lo que vino después ya es historia.

A José Antonio Meade le urge un rompimiento similar, necesita hacernos creer que deveras fue un funcionario ajeno a la corrupción que lo rodeaba, un ciudadano metido a la lucha política por el interés supremo de rescatar a México del hoyo donde lo han metido sus actuales gobernantes. 

En el entorno gris de la campaña priista, se ve venir un discurso de Meade con frases similares a las de "veo un México con hambre..."

Y cuando eso ocurra los medios y columnistas oficiales hablarán del giro radical de la campaña, fingirán sorpresa por la inaudita ruptura, y al unísono elogiarán la aparición del candidato ciudadano que todos querían ver, el candidato destetado de las ubres del sistema que lo creó.

La rebeldía previsible de Meade será dirigida por sus managers, Peña, Videgaray y Nuño, sin duda, aunque éstos parezcan las primeras víctimas de tan atrevida postura. No hay de otra, deben recurrir a una estrategia copiada no a Maquiavelo o Napoleón sino a Super Porky y El Negro Casas.

Sin embargo es difíl que la previsible ruptura entusiasme al gran público, si acaso motivará a quienes ya la esperan, el voto duro del PRI y una fracción insignificante del electorado aún sin candidato.

Del 30 de marzo a la última semana de junio, tiempo oficial de la campaña, es muy poco tiempo para cambiar una percepción fortalecida en los años recientes. Lo que resta de febrero y todo marzo Meade no podrá hacer campaña abierta pero sus estrategas podrían inventar pleitos, distanciaminetos, frialdad entre el candidato y sus managers, cualquier cosa que dé pistas sobre el nuevo candidato ciudadano Mead.

Aun así es difícil que esto sea suficiente para reposicionarlo. Mead no tiene la personalidad de Colosio, su perfil reconocido es el de un hombre formado en la defensa de los privielgios que goza el poder politico y económico de México.

Un discurso de ruptura será muy poco creíble ahora pues corre el riesgo de escupir hacia arriba. El rostro del funcionario que vio, encubrió y dejó pasar escandalosos casos de corrupción no se puede ocultar con la máscara de un ciudadano limpio. 

Cuando el público ve a Mead no percibe al candidato idealista sino al funcionario que se formó junto a su padre en el diseño del Fobaproa, en el despojo a millones de mexicanos para beneficio de banqueros nacionales y extranjeros; es el secretario de Desarrollo Social que aprobó escandalosos desvíos de recursos originalmente destinados a la población pobre y que fueron a parar a manos de gobernadores y otras celebridades del sistema.  Mead no será el nuevo Colosio, sino el conocido secretario de Hacienda que diseñó los gasolinazos y, desde antes, defendió a ultranza un sistema socioeconómico que ha generado el crecimiento de la pobreza y la concentración de la riqueza en una reducida porción de la sociedad mexicana, la élite del poder.

Y si lo anterior no fuera suficiente, la campaña de Mead será acotada por los muchos enfrentamientos locales que van surgiendo entre los grupos priistas favorecidos con candidaturas y aquellos a los que sólo se les pide apoyar a cambio de promesas.

Así está el terreno minado donde hoy se encuentran Meade, Peña, Videgaray y el priismo obediente. Necesitan foralecer al candidato pero la figura del rebelde no es creíble. Y en estas fechas es más difícil aún encontrar entre los priistas un candidato emergente que despierte simpatías.

Vista así la situación actual favorece a la Opción B del sistema: Ricardo Anaya.

 

Sinfonola

Yo sé que andamos jugando a la gallinita ciega / pues cariño como el nuestro no se puede apagar / Qué pena que no me has entendido lo mucho que te quiero

Letra del tango "No me has entendido", interpreta Roberto Goyeneche, y dedicado a quienes amenazan con dejar sus partidos políticos si no les dan una candidatura, aunque sea de regidor suplente.


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