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El Colectivo de Reporteros se acabó la lista de funcionarios importantes de la nueva administración en los primeros meses del sexenio, como invitados a sus desayunos de los martes. Pero le quedaba el director del ISSC, Mario Welfo Álvarez.
Yo voy al Colectivo con periodicidad muy espaciada, pero esta vez me enviaron un recordatorio porque creyeron, y con razón, que me interesaría el tema. Cuando llegué ya estaba ahí una docena de reporteros y me preguntaron de inmediato qué sabía de Welfo. Ellos no sabían nada y yo tampoco. Unos días antes lo había conocido en la primera rueda de prensa del ISSC y cuando intenté presentarme, me dijo que ya me conocía pues había trabajado en asuntos de prensa y publicidad en el gobierno de Eduardo Bours. Yo no lo recordé ni tenía por qué.
Cuando llegó, con retardo, les dijo lo mismo a los reporteros: que los conocía porque los había visto en eventos culturales. Cruzamos miradas entre nosotros y decidimos que el tipo es un mentiroso.
Posteriormente se aclaró que Welfo, como dicen en los medios chismográficos políticos, es “gente del Pato”. Había trabajado junto al señor licenciado Ernesto de Lucas Hopkins en la dependencia que le asignó el presidente Peña, y se lo trajo y le buscó acomodo. Debe haber pensado el apreciable Pato, con lógica irrebatible: “Si yo no sé nada de educación y voy a ser secretario de Educación, ¿por qué no podrá ser director de Cultura Welfo, aunque no sepa nada de cultura?”
Ha enseñado el suertudo joven dos características singulares: la primera, informar lo que se hace en su área de competencia como si nunca lo hubiera hecho nadie; la segunda, inflar falsamente los números de lo que se hace tratando de deslumbrar ingenuos. Conté alguna vez que al terminar, el año pasado, la Feria del Libro, dijo a la prensa que habían asistido más de cien mil personas, aunque nunca se vio una máquina electrónica que contara a los que entraban, o siquiera a dos empleados que estuvieran sumándolos con palitos en el cuaderno.
También le dio el vuelo a su fantasía al contar a quienes fueron al FAOT en Álamos, y hace sólo unos días aseguró que la Casa de la Cultura recibe 150 mil visitantes al año, es decir, un promedio de 12,500 al mes. ¿De dónde ojos? Necesito espacio para otro tema, de modo que mañana o pasado continuaré con este singular tema de psicología burocrática.
“DE CUANDO ELLOS SE NARRARON”
Ese es el nombre del libro que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa Gerardo Cornejo, con sede en Ciudad Obregón, en el concurso de 2014. La autora es Selene Carolina Ramírez García, una joven literata que había triunfado en certámenes universitarios, entre ellos, dice la solapa, el “concurso de cuento Enrique García Ponce en noviembre de 2013”. Aunque este dato lo repitió tal cual uno de los presentadores, sospecho que es una errata de los editores y que ha de ser, en realidad, el Concurso Luis Enrique García Pérez. En fin…
De entrada, que este libro salga a la luz dos años después de haber sido premiado, denota el incumplimiento de la pasada administración del ISC y la falta de capacidad del ISSC actual para, al cabo de casi un año de supuesto trabajo, ponerse al corriente. Y eso que, de manera mezquina, el ISSC reduce a 500 ejemplares el tiraje que debería ser de mil.
Selene Carolina maneja el lenguaje con habilidad y conocimiento del oficio en los 23 cuentos, aunque por lealtad a la psicología de los vulgares fulanos y fulanas que hace subir a escena, arrastra tal lenguaje, a menudo, a nivel del ex abrupto (y estuve a punto de decir, pero no lo dije, de la leperada). No es raro que los jóvenes busquen, consciente o inconscientemente, escandalizar, llamar la atención. Ya habrá tiempo de elevar la mira en pos de productos más nobles. Felicitaciones, entre tanto.
carlosomoncada@gmail.com
