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El amarilismo acotado

Sergio Anaya
Domingo 29 de Mayo de 2016
 

Recuerdo mi primera incursión en el "periodismo real", ése del que nos hablaban los maestros en el aula donde enseñaban la teoría y nos advertían las diferencias entre ambos, el periodismo de los libros y el que se realiza en la práctica.

Fue junto a un viejo reportero, todo un lobo de mar en las notas policiacas. Le ordenaron que me llevara a la Jefatura de Policía y Tránsito para que aprendiera yo cómo se ejercía este género, el más rentable para el periódico.

Llegamos a la Jefatura y mi viejo compañero, amigo de los oficiales en barandilla, les preguntó de rutina qué había "caído" ese día, le dieron una respuesta también rutinaria y enseguida me pidió que lo acompañara al área de celdas. En una de ellas estaba un borracho dormido, un hombre de aspecto miserable y quien seguramente no tuvo ni un peso para evitar la detención. Es más, probablemente a esa hora no sabía ni siquiera dónde estaba.

En otra celda estaba un hombre más o menos joven, alrededor de los treinta, y se veía nervioso, apesumbrado por esta allí, apresado. 

Cuando nos detuvimos frente a su celda, el reportero viejo le ordenó pararse junto a las rejas, y el detenido se negó sabiendo de inmediato cuál era la intención, tomarle una foto para exhibirlo en el periódico. Dijo algo así como "Yo no hice nada, me detuvieron por un choque y al rato vienen por mí".

Pero el hombre con la cámara lista para disparar, le pidió al guardia de celdas que pusiera al detenido junto a las rejas. Con palabras y señales amenazantes el guardia convenció al detenido que resignado y cabizbajo se paró frente a la cámara. "Levanta la cara", le ordenó el guardia y cuando él obedeció dos flashazos iluminaron su rostro.

"No te preocupes, la foto vale 500 pesos, si la quieres", le dijo el reportero. Dos o tres horas después los familiares del detenido, gente sencilla y tranquila, llegaron asustados al periódico para comprar la foto, evitando así que apareciera al otro día en la sección policiaca y tuviera las repercusiones inevitables: El escarnio social y posiblemente el despido laboral o "la ficha" permanente en la memoria de quienes tuvieran alguna relación con el detenido.

Cátedra magistral de peridoismo real, no necesité más explicaciones para saber cómo proceder en dichos casos, sólo que por no estar de acuerdo poco días después me "sugirieron amablemente" presentar mi renuncia.

El periodismo policiaco suele ser así, una basura, un refugio de mediocres ávidos de notoriedad y cuyo estilo de vida se parece mucho a la de los policías y ladrones que aparecen en sus notas informativas. No es raro en algunos reporteros que cubren el género cierta fijación morbosa por el crimen, por la desgracia ajena y en el fondo -o muy en la superificie- algo de admiración hacia los delincuentes y de complicidad con la corrupción policiaca.

Los peores son quienes explotan la ignorancia y la pobreza de la gente más humilde, de los humillados cuyos rostros aparecen en los medios amarillistas para alimentar el morbo de lectores también ignorantes. 

Es natural que los periodistas nos especialicemos en el género más afín a nuestras aspiraciones, intentos fallidos y convicciones. Quien admira a los políticos o los detesta, quien se fascina con las galas del poder, siente placer cuando escribe notas, reportajes, columnas para elogiar o fustigar a los políticos. A veces nomás se contenta con estar vigente en el medio y ser reconocido, con abrazo y palmaditas, de quienes integran los círculos del poder.

Lo mismo sucede con los reporteros de la sección cultural -somos escritores fracasados, nos han dicho-. Quienes cubren la sección de espectáculos alguna vez soñaron con ser divas o divos de la farándula. Y así, cada género supone un estereotipo de reportero.

Y pese a lo dicho antes, el periodismo policiaco no es sólo un refugio de "malandros con libreta y cámara", porque en la otra cara de la moneda este género suele ser el mejor formador de reporteros profesionales, un género que casi por obligación deben practicar en alguna etapa de su vida quienes aspiran a ser buenos periodistas.

Grandes fotógrafos y célebres escritores se han forjado en el cubrimiento de hechos delictivos, dramas de vida y muerte. Los ejemplos son muchos, quizá el más conocido sea el de Truman Capote y su libro "A sangre fría". Aunque Capote no se hizo en el género policiaco, sí llegó a él para escribir su obra maestra, muy por encima de las que hizo sobre el glamour y los chismes de las celebridades.

Y en el caso de los compañeros que cubren la nota policiaca, las limitaciones que impone el Nuevo Sistema de Justicia Penal Acusatorio como no publicar nombres, fotos y datos de los implicados mientras no haya una sentencia, ni presenciar los eventos más allá de la zona de custodia, dichas "limitaciones" son una oportunidad para mejorar su trabajo, para ser más profesionales, como se nos dijo en el curso que se impartió el sábado y donde destacó un hecho positivo, alentador: La numerosa asistencia y participación de compañeros de los medios locales. 

Eso sí es una buena noticia.

El Nuevo Sistema de Justicia Penal no acabará con el sensacionalismo de la información policiaca, sin duda, pero sí limitará mucha de la basura periodísitca que hasta hoy nos ha rodeado por todas partes. 

 

 

 

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