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Pregoneros en la Cd. de México

Raúl Héctor Campa García
Miércoles 27 de Abril de 2016
 

Un pregón es el acto de decir o informar algo en voz alta, repetidamente y de interés para el público en general. En la antigüedad, en algunos países de Europa (España, Francia, Italia, etc.) y México, los pregoneros eran personas contratadas que daban a conocer edictos, acontecimientos y noticias; mantenían informada a la población a grito abierto; subidos en algún banquito de madera daban las noticias de interés. A veces eran funcionarios dedicados a tal oficio.

Después, ya con la tecnología y la creación de panfletos y los periódicos, los que se dedicaban a la venta o distribución de estos, pregonaban o pregonan las noticias que más impactan; son los voceritos de los periódicos. Pero también existen voceros de alcurnia, que informan oficialmente lo que los presidentes de cualquier nación, quieren decir a sus gobernados. Como aquel que pregonaba “…lo que el presidente quiso decir…”. 

(Comentario al margen, este ex vocero, es un excelente asesor político internacional, conferencista y analista político; paisano nuestro, sonorense: Lic. Rubén Aguilar Valenzuela).

 

Pero los pregoneros de barriada, a los que todavía en la actualidad nos encontramos en las calles de cualquier colonia de la Ciudad de México y hasta en otras ciudades, son los que nos ofrecen en venta o compra, desde las frutas y verduras, fierros viejos, colchones, estufas, licuadoras, refrigeradores, ropa usada que intercambian por algunos electrodomésticos o algunos adornos.

Durante las horas del día y entrada la noche, se escuchan estos pregoneros de México ofreciendo sus mercancías. En los días de Tianguis, allí se aglomeran a ofrecer sus vendimias de todo tipo; comestibles, muebles y otras antigüedades… “Pásele caballero, pruébela bára- bára el kilo, ándele güerita-güerito”. Insisten, pruébela (sin albur, creo) y el comprador inicia el regateo: “A como”, “cuanto lo menos” “a cuanto me lo da marchanta” (no sé si el comprador, le regresa el albur).

Por las calles todavía se ve al vendedor de camotes con su carrito especial y su silbato, con un espacio para poner los tizones de leña y mantener caliente su tradicional producto. Los hay, que en alguna esquina, sobre las banquetas o recorriendo calles en sus modestas camionetas (actualmente) venden “…ricos elotes cocidos, con harta mayonesa y quesito, esquites, compre en este carro de sonido…” o el pregón que se ha hecho “viral” en las redes sociales y que ha transcendido internacionalmente, que interrumpió momentáneamente un acto público del candidato Republicano a la presidencia de Los Estados Unidos, Donald Trump: “…Se compran colchones, tambores, refrigeradores…” secundado por otro vendedor; “… compren deliciosos y ricos tamales oaxaqueños, acérquense..”, con música de fondo de él Julión  Álvarez, “sacándole un pe…lo de elote” al racista candidato y a su seguridad personal.

La voz de la jovencita que se oye en el auto-parlante, en ese video; es frecuente escucharla por las calles de la Ciudad México, completo: “se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas y microondas y algo de fierro viejo que vendan”. El afilador de cuchillos, con su grito: “aaafiiiiladoooor” y su ruido clásico del esmeril, montado en su bicicleta o triciclo.

Este personaje pervive y entre sus clientes están las amas de casa, los carniceros de los mercados y taqueros que invaden las banquetas para ofrecer sus diferentes fritangas cárnicas, que también se unen al bullicio pregonero de la ciudad. “…Cuántos le damos joven, caballero, señito (para no errarle si la dama es casada, soltera o rejuntada), hay de maciza, trompita, de buche, pancita, nenepil (de nana y buche, o sea parte del útero y estómago de las cerdas o marranas…”de la cochi en Sonora”) y de suadero, carne que cubre los costillares de la res.

Los tacos de canasta trasportados en una bicicleta y que abundan por doquier, los de  “Mixiotes de Hidalgo, en tacos y por kilo, pásele…”. “Pruebe la barbacoa de borrego – estos no son de los mítines políticos- ricos en taco o consome, también hay de maciza de puerco, pase a sentarse joven”, ofreciendo pedacitos de carne de “semejante, borrego o chivo”.

Lo panaderos “con el paaan calientito” y su toque de trompetita; los diversos vendedores ambulantes que suben al transporte urbano (camiones, metro, etc.), venden desde plumas, CD piratas de todo tipo de música, cursos de inglés, hasta la biblia narrada por conocido actor –Enrique Rocha-, libros, agendas, hasta chocolates de marcas reconocidas y por lo común el producto no rebasa el costo de 10 pesos... “Diez pesos te vale, diez pesos te cuesta…”

Hay otros que cuentan historias de sus desgracias “poéticamente” y que solicitan la ayuda en dinero: “un baro caballero”, con su respectiva bendición, se les dé o no; cantantes ambulantes,  estos y  aquellos los narradores de sus cuitas, son los “juglares” ambulantes modernos. Están también los que informan a los usuarios las rutas de los camiones y combis de transporte urbano. “Pal Metro CU, periférico, Hidalgo, La Joya, Insurgente, IMAN- INP- Cuicuilco, Huipulco, Viaducto…. Súbale, se va, se va”. Recibiendo 5 pesos por Unidad, a quien le “acarrean pasaje”.

Muchos de estos pregoneros han tenido una probadita de fama, como el famoso vendedor de donas, en la Ciudad de Mexicali; el “Larry Donas”. No dudo, que alguien lo haya albureado preguntándole: “y… ¿las donas o las vendes?”.

Se ha documentado por algunos historiadores o cronistas, que estos personajes aparecieron, en México allá por los años 1524-1550. Aunque antes de la conquista, ya existían los tianguis (del Náuhuatl: Tianquiztli = mercado), donde lo aztecas y otras etnias, intercambiaban (trueque) o en  compra-venta, sus productos alimenticios y de ornatos: verduras, frutas, aves, peces, plantas medicinales, obsidiana, plumas de aves para adornar penachos, dagas, hachas, obsidiana, etc., echando al aire sus pregones.

Quizás, la relación de estos pregoneros, tuvieron mucho que ver cuando los conquistadores españoles se deslumbraron por las piedras preciosas y sus hermosos penachos de vistosos plumajes que tenían los indígenas, difícil de ocultar y que los cambiaban (“truequeaban”)  por espejitos que también deslumbraban a los nativos mesoamericanos.

“Del mar los vieron llegar, eran los hombres barbados de la profecía esperada”. Y los subyugaron: más no sus tradiciones, aunque algunas se mezclaron en singular sincretismo, las cuales han persistido a través del tiempo.

Los que somos originarios de la provincia, quizás nos venga a la memoria folclóricos personajes pregoneros de los famosos barrios “bravos” de la ahora Ciudad de México; antes D.F. la “mera capirucha” de Los mexicanos, que solo los veíamos a través de antiguas películas del cine mexicano. Ciudad de México, “chilangolandia” a la que todos queremos y todos criticamos, pero que en algún momento de nuestras vidas, ansiábamos conocerla.

Algunos para estudiar una carrera universitaria, mejores fuentes de trabajo, en épocas pasadas y actuales, buscar un mejor tratamiento de algún padecimientos que nos aquejan o simplemente de turistas para conocer toda la cultura e historia que encierra esta gran Ciudad. La antigua Tenochtitlán, Méjico, el D.F. y ahora la Ciudad de México. El ombligo de la luna (según su significado en Náuhuatl).

Los pregoneros son parte de la cultura de un pueblo, están dentro de sus usos y costumbres, ancestrales y actuales. En ésta capital, es parte de esa cultura, las comidas, el vestir y el “habladillo cantado” ese tono de voz que los caracteriza; los albures y los piropos que los pregoneros saben mezclar con facilidad.  Ni la llegada de la “civilización”, ni la tecnología han logrado desaparecer ésta arraigada costumbre,  sobre todo en los barrios pobres, en las viejas vecindades, de dos, tres, hasta quintos patios, todavía existentes (que tuve la oportunidad de conocer cuando universitario. En Puebla viví una temporada en una de estas vecindades, en el segundo patio).

También en las ciudades aledañas a la Ciudad de México todavía nos topamos con estos personajes.

Muchos escritores, poetas, han dejado legado de estos usos y costumbres: La esposa del primer embajador de España en el México Independiente (Ángel Calderón de la Barca, quizás pariente de poeta Pedro), Madame C. de B. en su libro, “La vida en México”; por algunos criticado en su época por referirse despectivamente a las costumbres de los mexicanos (¿sería pariente de Trump?), da fe de algunos pregones, entre otras peculiaridades del México post-independiente. Lo mismo Manuel Payno autor de las novelas: “Los bandidos de “Río Frio”, y “El Fistol del Diablo”. Antonio García Cubas; en su “Libro de mis recuerdos”.

Autores más recientes, como Elena Poniatowska, retoma estos pregones en su libro “El último guajolote”. Fernando del Paso (recién galardonado en España), por su libro “Noticias del Imperio”, donde los vuelve a recrear en un capitulo “La Ciudad y sus pregones”. Salvador “Chava” Flores, cantautor que también nos los menciona en sus canciones: “Mi México” “Sábado Distrito Federal”.

Pepe Guizar en su canción “Pregones de México”. Actores como el Chicote, Resortes, Mantequillas, todos recreaban estos pregones mexicanos, con un tinte de picardía nacional.

¡Como que te chiflo y sales, como que te hago una seña: como que te vas por leña y te vas por los nopales! “Que le damos caballero” “lo que quieras mamacita”…”pos donde lo parí que ni mi acuerdo”.

Saludos.

#PARACAMBIARYOMEINCLUYO.

Dr. Raúl Héctor Campa García

Ciudad de México. 26 de abril 2016.

raulhcampag@hotmail.com 


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