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El incendio de la Casa de la Cultura

Jesús Noriega
Jueves 31 de Diciembre de 2009
 

Cada vez que ocurren incendios en instalaciones públicas, en la cabeza de todo mundo surgen de inmediato las sospechas, porque se intuye que hay intenciones de ocultar fechorías.

Y en efecto, algo apesta con las llamas del connato de incendio que humearon muros de la Casa de la Cultura en Cajeme.

Quien se introdujo conoce las medidas de seguridad instaladas en el edificio; regó combustible con intenciones de extender el fuego; llevándose baratijas de oficina, simuló robo con violencia, aunque todo suponga, que el nerviosismo traicionó al autor material…

La nota de InfoCajeme no lo señala en forma explícita, persuade y da a notar que probablemente se trata de un asunto podrido y que el presunto pirómano buscaba eliminar evidencias de temas escabrosos.

Curioso que acontezca a cien días de la actual administración. Más curioso que suceda precisamente en la sede de una de las dependencias municipales cuya actual titular fuera nombrada dentro de una densa atmósfera de cuestionamientos, especialmente, nacidos en el seno de quienes piensan que la burocracia de la cultura de Cajeme es de su propiedad.

No se trata de señalar a nadie, porque por igual la sospecha recae en los que se fueron, como sospechosos aparecen otros actores.

Aquí señalamos a las instancias judiciales que: hay daños al patrimonio de los cajemenses; que manos criminales intentaron eliminar las evidencias agusanadas que a alguien mortifican; por lo que y sobre todo, en el regadero de gasolina hay indicios de potenciales delitos que ameritan investigarse a profundidad y pronto.

Las autoridades administrativas del municipio deben asomarse de inmediato a los recovecos de las oficinas de cultura, dado que por allí se aparecen los adoloridos fantasmas de la corrupción.

Pero muy especialmente, el hecho menor (menor claro ante el tronadero de granadas de las fechas), debe llamar la atención del Instituto Sonorense de Cultura y poner en guardia a las autoridades políticas de Cajeme.

Además, por la respetabilidad de la gestión municipal actual, toca a Manuel Barro, presidente municipal en funciones, meterle lupa a los asuntos financieros, contables y comerciales, pasados y actuales, de la conflictiva institución encargada de la cultura en Cajeme.

Y no hay duda que, para este momento estarán en alto las antenas de Poly Coronel, buscando esclarecer el sospechosísimo acontecimiento.

En los días que vienen no dormirá el incendiario aficionado que en su desesperación puso en escena sus huellas; grotescos murales en la Casa de la Cultura que no son obra de arte, y sí en cambio lo incriminan.

No concilia sueños el atribulado genio intelectual, con deudas y pesadillas, como para disponerse a dejar la zalea en el lance, pues los muchos rastros lo denuncian y las acusaciones le pisan los talones.

Jesús Noriega

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