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Marco Estrada y su mamá

AL BAT: Jesús Alberto Rubio
Lunes 15 de Mayo de 2017
 

El Día de las Madres en los Estados Unidos representó un momento especial para el lanzador mexicano de los Azulejos, Marco Estrada, quien atrapó el primer lanzamiento ceremonial de su madre, Silvia Maritza Estrada, previo al último partido de la serie contra los Marineros.

Luego de recibir la pelota que lanzó su mamá, Estrada le regaló un arreglo de flores en el terreno de juego.

El abridor de Toronto y su madre se mudaron de Ciudad Obregón, México a Sylmar, California cuando él era pequeño, y desde entonces Silvia ha apoyado a Marco en el transcurso de su carrera en el béisbol.

 

A continuación, presentamos un esbozo biográfico de Marco y su mamá publicado en el periódico Excélsior:

De su éxito, dice, todo el crédito es de su mamá y de su esposa Janai, y, pese a todo, recuerda con cariño esa zona de Los Angeles. “No era la mejor área, pero era mi hogar, así que me sentía seguro ahí. Seguido escuchaba a los helicópteros de la policía sobrevolando la zona. Crecí viendo muchas cosas, pero amaba ese lugar”, aseveró el lanzador de los Azulejos al diario Toronto Sun.

El orgullo le aflora al hablar de su madre, quien siempre tenía dos trabajos para subsistir: hacía el quehacer en casas y también era niñera. “Era madre soltera y yo era hijo único... solos ella y yo. Trabajaba muy duro para comprarme mis spikes y el guante que usaba. Hoy ya se retiró, por fin pude decirle: ‘Ya no tienes que trabajar más’”.

Sus tíos le apoyaron, pero fue su madre la que, pese a todo, siempre le insistió que no dejara el deporte. “Me decía: ‘No quiero que regreses de la escuela y te quedes sin hacer nada’. Ella sabía del barrio y por eso se preocupaba; yo tuve amigos que eran buenos para el beisbol, pero no salieron vivos de ahí”. 

Estrada relató que cuando tenía seis años estuvo a punto de dejar el diamante, pues lo habían puesto a jugar con niños más grandes; su madre le dijo que escogiera otro deporte, pero “entonces le di otra oportunidad al beisbol y algo pasó: le empecé a pegar muy bien a la pelota y después de eso estuve cada año en el equipo de estrellas”.

Marco siempre fue infilder hasta su último año en Sylmar High; le dieron oportunidad ante la lesión de uno de los lanzadores y se convirtió en el mejor abridor de la prepa. Luego fue al Glendale Community College y después fue transferido a la Long Beach State University; Janai, su novia desde la preparatoria, trabajaba para cubrir los gastos.

“Ella es la otra razón por la cual pude llegar a la Universidad: trabajaba mucho para que pudiéramos pagar la renta de donde vivíamos”,   recuerda. “Manejaba un buen rato para ir al trabajo... Dios la bendiga.” Actualmente la pareja tiene dos hijos. La familia es muy importante para el pitcher, acaso por haber crecido sin un padre. “Nunca lo conocí, nunca pregunté por él, nunca me importó. Vean dónde estoy, no me perdí de nada (sin un padre), mi mamá hizo un gran trabajo”. 

Lo único que Marco llegó a escuchar de su papá es que después de abandonar a su mamá tuvo otros dos hijos; ahora asegura no tener deseos de conocer a su progenitor, pero a sus medios hermanos sí. 

Pete Walker, coach de pitcheo de los Jays, señala que el mexicano se ha ganado el respeto en el clubhouse por su humildad. “No me gusta presumir”, dice Estrada. “Sé de dónde vengo, de la nada. Yo incluso viví en estacionamientos, solos estuvimos ahí mi mamá y yo.”

Excélsior, 25 de junio de 2016

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