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Sergio Anaya
Viernes 30 de Diciembre de 2016
 

Dicen que la victoria tiene mil padres y la derrota ninguno. Esto puede ser válido ahora para los Yaquis.

Cuando ganaron el tricampeonato todos nos sentíamos orgullosos y atribuíamos la hazaña a los jugadores, en especial a nuestros favortios, al manager Diaz, a sus coachs, a la directiva, a los aficionados... todos nos sentíamos artífices del triunfo.

Hoy, tras una pésima campaña, los Yaquis están derrotados, fuera del play off, y todos buscamos al culpable o a los culpables, pero nadie querrá asumir su responsabilidad. Es obvio.

A toro pasado cualquiera es torero, dice la bella alegoría taurina. Y hoy los expertos desconocidos -los miles de managers que hay entre los aficionados- razonamos los factores del fracaso.

Sí, nunca fue un equipo "cuajado". Cada semana se anunciaba un nuevo jugador en sustitución de otro; llegaba uno que prometía y en pocos juegos dejaba en evidencia su mediocridad. El equipo en general parecía un conjunto parchado para competir en una liga menor, tal vez AA, como las que hay en el centro y sureste del país.

El pitcheo, salvo Arturo López, fue un fracaso total. El Chapis fue solo un jugador más. Y así podemos seguir con el rosario de lamentaciones.

Pero nos olvidamos que hasta el fracaso es natural, más en el deporte donde las derrotas alternan con las victorias, Los Yaquis han hecho mala campaña y punto.

Ya vendrá la próxima temporada para intentar de nuevo. Mientras, tendremos que conformarnos con un mes de enero frío, aburrido, sin las emociones del play off a las que ya estábamos acostumbrados.

(Y en esto no tiene nada que ver el nuevo estadio ni las irregularidades, las sospechas que lo envuelven).

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