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El FAOT, un festival decadente

Sergio Anaya
Jueves 18 de Enero de 2018
 

Con un programa abigarrado donde figuran solistas y grupos de todos los estilos, géneros y matices, y con un recargado sello oficialista que lo dibuja más como un evento político que cultural, inicia este viernes la 34 edición del Festival Alfonso Ortiz Tirado.

Como sucedió el año pasado, el programa y la publicidad auguran una sucesión incoherente de espectáculos para lucimiento de una burocracia que presume su sensibilidad por la alta cultura y en los hechos resulta ingenua y pretenciosa, movida por su convicción de que en el arte la calidad depende de la cantidad, y preocupada más por el impacto político del evento que por su trascendencia cultural.

 

Ya semos internacionales

En el discurso de las presunciones ingenuas destaca, como en la edición anterior, la inclusión de subsedes del FAOT en Arizona, Nuevo León, Baja California Sur y la Cd. de México.

¿Qué puede aportar para la promoción turística de Álamos y de Sonora llevar eventos del FAOT a esos lugares? Tal vez nada o muy poco. Menos en tres estados donde la oferta de eventos culturales de calidad durante todo el año rebasa con mucho a la de dos semanadas del FAOT.

La ingenuidad de esta apuesta podría parecer una cortina de humo para ocultar la verdadera intención: Promover la imagen política del Gobierno del Estado en otras regiones del país y en Arizona.

En congruencia con este propósito, la presentación zalamera de los funcionarios que "nos hacen el favor de acompañarnos en esta noche" es una de las constantes en cada Concierto de Gala donde según el maestro de ceremonias lo importante no son los artistas sino los funcionarios presentes.

A más de un invitado extranjero, tenor o soprano, le ha sorprendido e incluso disgustado el extenso y aburrido protocolo que se realiza para presentar a nuestros políticos antes de un concierto.

 

Más muchos

El recorte de fondos federales para el sector cultural golpea a todas las actividades artísticas, a los creadores y a festivales como el de Álamos.

Lo más coherente en estas condiciones hubiera sido recortar el número de artistas invitados y de eventos para concentrar los recursos en un programa más austero pero de mayor calidad. Sin embargo se procedió a la inversa.

Y para justificar este error se saturó el Festival con jóvenes intérpretes de la escuela de música de la Unison y otras academias regionales, buscando el reconocimiento para quien tuvo la generosa idea de alentar el desarrollo del talento juvenil sonorense.

Esta deficiencia de los organizadores no demerita por supuesto el trabajo y la calidad de los participantes en la presente edición del FAOT; el talento de ellos se cuece aparte.

El error estriba en distorsionar la esencia de un festival como el que había sido el FAOT hasta hace pocos años. Los festivales de alta cultura son organizados para difundir y compartir con el público la obra y el talento de los artistas más destacados en cada especialidad, aquellos a quienes el mundo sigue y admira, pero a los que pocas oportunidades tenemos de ver. Ese es el objetivo de los grandes festivales y el FAOT a través de los años alcanzó un nivel inusitado gracias a los esfuerzos que se hicieron para traer a intérpretes de la talla de las sopranos Jessye Norman y Sumi Jo, así como a ejecutantes y organizaciones musicales que se presentan en los foros más prestigiados del mundo.

Tener en sus carpetas profesionales una presentación en el FAOT se convirtió en un punto valioso del currículum.

Todo eso se vino abajo en las ediciones recientes, el descenso en la calidad es progresivo y se justifica este año con el recorte del presupuesto federal para la cultura.

Un pretexto, por cierto, bastante endeble para una administración que no duda en gastar más de un millón de dólares para traer a Plácido Domingo (y de paso involucrarlo en un grotesco episodio administrativo), después de haber presentado a otro grande, José Carreras, en el Festival del Pitic. Dos eventos donde se exhibió "la sensibilidad cultural de nuestros admirados funcionarios".

 

La joya kitsch de la corona

Desde el inicio de la actual administración estatal, algunos críticos como Fernando Tapia Grijalva advirtieron la tendencia oficial de utilizar la cultura como instrumento de promoción política. El tiempo muy pronto les dio la razón.

En su edición pasada el mayor "logro" destacado por los organizadores del FAOT fue el río de gente que desembocó en el escenario principal del FAOT en Álamos para escuchar la presentación de los reyes de la cumbia, Los Ángeles Azules. Desde hace un año no se cansan de repetir el gran éxito de juntar a casi 40 mil personas esa noche, "lo nunca visto en Sonora, un récord, una hazaña...".

El aprecio por la música popular, o para ser más exacto en el caso de Los Ángeles Azules: el aprecio por la música comercial no es un problema en sí. Todos o casi todos la disfrutamos.

Pero convertir un festival de ópera que fue digno de ser el mejor de México en un escenario espectacular para la presentación de grupos y cantantes comerciales, después presumir el éxito del festival por la asistencia masiva a estos conciertos, es una exhibición de vulgaridad y mal gusto insoportables, propios de la ignorancia.

(Ojo, Proteccción Civil, con esas concentraciones donde no hay espacio para desalojar rápido a miles de personas en un caso o disturbio imprevisto).

Y si alguien creía que lo de Los Ángeles Azules era el tope de la chabacanería, ahora los organizadores del FAOT se superan incluyendo como "platillo principal", "un bocado de funcionario", al grande, al único, al exesposo de Lucerito, al Soldado del Amor, con ustedes: 

¡Mijarez Sinfónico!... La joya kitsch de la corona en la política cultural de Sonora.


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