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José Agustín, precursor de La Onda

Wikiméxico
Domingo 15 de Enero de 2017
 

José Agustín tenía 19 años cuando se publicó su primera novela: La Tumba. En aquella época quizá no se imaginaba el boom de la literatura de la Onda ni que con el paso de tiempo se convertiría no solo en el hijo predilecto de Cuautla, sino también en uno de los escritores mexicanos más populares y más leídos.

El escritor, periodista y dramaturgo cumplió 72 años entre letras y cine, gracias al estreno de la versión cinematográfica de Ciudades desiertas, novela que escribió en 1982 y que le valió el Premio Narrativa Colima 1983.

Me estás matando, Susana es el nombre que lleva la cinta, dirigida por Roberto Sneider y protagonizada por Gael García Bernal.

Ciudades desiertas es una reflexión llena de humor sobre los ciclos de las relaciones amorosas y una crítica a la cultura capitalista estadounidense tan “sucia”, aún y cuando en sus calles no encuentras “ni una caca de perro”.

En Wikimexico nos unimos a la celebración del cumpleaños de José Agustín recopilando algunas de las mejores frases de esta novela:

 

“Jamás la iba a encontrar porque ella no quería que él la encontrara”.

“Quién sabe cómo se había ido cubriendo de veladuras finísimas, casi imperceptibles, que la fueron aislando de la realidad. Se había ido momificando”.

“Ella casi nunca lloraba, y cuando ocurría era por desesperación, impotencia ante algo que no cedía”.

“Ya no hay perros en Estados Unidos, el único que queda es Snoopy”.

“¿A qué se viene al Gabacho? A comprar, ¿no? ¡Pues compraremos! ¡Si París era una fiesta, Estados Unidos era una tienda!”.

“Ya estuvo de todos esos pinches estereotipos de México-como-país-de-la-muerte-paraíso-infernal, ¿está bien?”.

“La verdad es que nos gusta fumar para que se enojen los entrometidos en la salud ajena”.

“Le parecía un ídolo azteca, una escultura de obsidiana, nunca había conocido a nadie con un corte indígena tan puro y tan hermoso”.

“Siempre te dicen que tú eres afortunadísimo de estar aquí, y jamás dicen que ellos tienen la fortuna de contar con nosotros”.

“Creo que si no entiendo lo que escribe mi mujer es que desconozco partes esenciales de ella”.

“Éramos pura inercia”.

“Se entregaba a él pensando que lo hacía en la piedra de los sacrificios”.

“Las raíces indígenas estaban mucho más a flor de piel de lo que creía y de lo que creían todos los mexicanos”.

“Eran almas gemelas. De alguna manera los dos estaban mucho más solos que los demás, compartiendo el mismo agujero del abismo”.

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